martes, 9 de noviembre de 2010

"Hay que admitirlo, el automovilismo es una enfermedad, una enfermedad mental. Y esa enfermedad tiene un bonito nombre: velocidad. El automovilista ya no puede estarse quieto; trepita, los nervios tensos como muelles, impacientes para volver a partir en cuanto llega a algún sitio, ansioso por llegar a otro sitio, siempre a otro sitio, más lejos incluso..." (Octave Mirbau, 1910).

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