sábado, 20 de noviembre de 2010

Como un padre amoroso se abrazaba a aquél hijo que vuelve
de lejano pais tras diez años de ausencia, hijo solo
y engendrado en vejez que criara con grandes afanes,
tal besaba al divino Telémaco el noble piariego
y abrazábase a él: lo veía escapado de la muerte.

(Odisea, Canto XVI)

Hay que regresar al comienzo del Canto XVIII, cuando Ulises, ataviado como un pordiosero, se vate en duelo con otro mendigo en el umbral de su propio palacio, bajo el ruido ensordecedor de los pretendientes quienes, a coro, azuzan el espectacular combate de aquellos que carecen de toda credibilidad, honor y riqueza.

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