viernes, 19 de noviembre de 2010

de repente suena el teléfono. En mi despacho. Un susto de muerte. Estaba escuchando plácidamente a Chet Baker ("Not for me"), con un relax de viernes, cuando el ruido cabrón del teléfono me sacó de mi ensoñación. En dos o tres años no habrán llamado ni cinco personas. Esto es la Universidad y por algo es un sitio serio. Con cierto temor descolgué. "Dígame". Y al otro lado del teléfono la pregunta del millón: "¿Está Lucas?". Me quedé de piedra y, con un hilo de voz, pude responder: "Aquí no hay ningún Lucas". Inmediatamente pensé que era una broma de alguien del bizarrismo, pero resulta que no. El tipo invisible se despidió compungido: "no sabe cuanto siento molestar". Magistral interrupción post-brechtiana. Ahora fantaseó con otras frases: "Dick Laurent ha muerto". No iniciaré la fuga psicogénica. Mi carretera perdida está sin asfaltar a las 11 menos cuarto de la mañana. Hasta luego Lucas.

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