Una moral basada en una caridad sin esperanza de futura salvación, sin creencia en un absoluto regulador, basada en el reconcimiento del rostro del otro. ¿Es posible? El precedente/horizonte teórico de esta posibilidad necesaria, que tiene bastante de levinasiano, se encuentra en las propias Escrituras. El encuentro cara a cara, más acá del vaho en el esepejo. Ya lo dijo san Pablo:
“La caridad jamás decae; las profecías desaparecen, las lenguas cesarán, la ciencia se desvanecerá. Sólo conocemos en parte y profetizamos en parte. Pero cuando llegue lo perfecto desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, conocía como niño, pensaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías. Ahora vemos por espejo, en oscuridad [in aenigmate]; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; más entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad” (Corintios, I, XIII, 12)
Tras el final de la historia, la caida de los tres términos históricos del progreso positivista (religión, filosofía y ciencia), la aparición facie ad faciem de una senectud reconciliada.
domingo, 1 de noviembre de 2009
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