"Bajo la impresión poderosa del acto singular, libre y consciente, que se destaca sobre la "actividad de la especie", actividad uniforme, instintiva, colectiva, hase configurado el alma humana propiamente tal; alma solitaria, incluso en comparación con las demás almas de los animales rapaces; alma cargada con la visión melancólica del que conoce su propio destino; alma sumergida en el incoercible sentimiento de poderío, reconcentrado en el puño habituado al acto; alma enemiga de todo; alma que mata, que odia, que está resuelta a vencer o a morir. Esta alma es más profunda, más doliente que la de cualquier otro animal. Hállase en irreconciliable opisición al mundo entero, de la que la separa su propio carácter creador. Es el alma de un rebelde. [...] Y esta alma avanza, cada vez más enajenada, frente a la naturaleza entera. Las almas de todos los animales rapaces son naturales; sólo el puño del hombre armado con el arma elegida, meditada y artificialmente preparada, no es natural. Aquí comienza el "arte", como concepto contrapuesto a la naturaleza"
(Oswald Spengler: El homber y la técnica, y otros ensayos, Ed. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947, pp. 36-7.)
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