miércoles, 4 de noviembre de 2009

Un caldito en la Plaza Mayor, hasta jartarte.


Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre

¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es la estrella? - así pregunta el último hombre, y parpadea.

La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da sal­tos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive.

“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últi­mos hombres, y parpadean.

Han abandonado las comarcas donde era duro vivir. La gente necesita calor. La gente se res­triega contra el vecino, pues necesita calor. Enferman y desconfían, aunque lo consideran pecaminoso ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!

Un poco de veneno de vez en cuando, eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.

La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entre­tenimiento. Más procura que el entretenimiento no canse. La gente ya no se hace ni pobre ni rica, ambas cosas son de­masiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién quiere aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.

¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales. Quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.

-En otro tiempo todo el mundo desvariaba - dicen los más sutiles, y parpadean.

Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido. La gente continúa discutien­do,- pero pronto se reconcilia - de lo contrario, ello estropea el estómago.

La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: y honra la salud.

“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últi­mos hombres, y parpadean.

Si no te gusta el caldo, dos tazas (De gallina).


Anónimo.

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