lunes, 19 de octubre de 2009

Martha Rosler plantea una pregunta antigua y, a pesar de todo, tremendamente actual: ¡Cual es la responsabilidad del artista ante la sociedad? Conviene tener presente que la máquina de la cultura de masas y sus motores de celebridad han redefinido hace tiempo las demás estructuras de significado cultural, de forma que los modelos de comportamiento y la estimación del valor en el mundo del arte se parecen cada vez más a los de la industria del entretenimiento, en particular, a los de la televisión y la música popular: "Sin embargo, en contraste con la industria del entretenimiento que, tal y como la personifica Oprah, promete que todo se traga con facilidad, incluso una masacre, a veces el arte produce lecciones sociales que incómodamente se resisten a ser interpretadas, que contienen significados complejos y parecen encarnar la fealdad y la amenaza. El arte no ganará si tiene que competir en el mismo terreno de juego". Rosler lo dice sutilmente y con claridad: "a veces el arte produce...". Lo malo es que esas ocasiones con poquísimas. Es bastante más común que comprobemos que los artistas pseudo-radicales juegan a ser los niños malos y que su fomra de encarnar la fealdad no es más que lo grotesco. Con un caparazón de hermetismo en realidad proponen lo obvio. El destino del arte como parte del "Tratamiento Ludovico" y su fascinación por el espectáculo convierten, en cierto sentido, la esperanza de Rosler en algo quimérico.

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