martes, 13 de octubre de 2009
ante tamaño despliegue ofensivo-defensivo, el enemigo, abyecto y vil por definición, ha emprendido la huida por los verdes campos. La sola visión de las piernas fornidas de los romanos y de sus fieras miradas impone una sublimidad incomporable. El contubernio ni se rinde ni claudica. Solamente padece un síndrome delirante, propio de tiempos de "confusio linguarum". Latinejos aparte, debemos recuperar el ardor bélico o convertiremos nuestra existencia en mermelada de fresa.
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