lunes, 28 de septiembre de 2009
¡Vaya noche!
He pasado, la verdad sea dicha, una noche toledana de agárrate los machos. No puedo aseverar a ciencia cierta que es lo que (me) ha acontecido; eso sí, estoy seguro de que no es un avatar del destino esta violencia contra mi (mismo) desplegada a medio camino entre la revelación epóptica o soñada y una reyerta cualquiera puramente suburbial. Una auténtica batalla campal entre sabanas, almohadas, cuadros, ventanas y colchones: suficiente como para templar los (des)ánimos de quien les escribe, máxime a pocas horas de comenzar el calendario universitario. Todo terminó, como suele suceder en estos casos, con una preventiva huida al sofá, donde entre golpes de persianas que el viento agita y estrecheces mixtas pude conciliar un sueño discontinuo y revienta-costillas. Sea como fuere, -aunque todavía no esté descartado que todo sea un sueño, un sueño todo, un todo sueño siempre y todavía la realidad toda- entreveo –y aunque solo sea una conjetura entre moratones y picaduras ocasionadas, a la sazón, por el terrible incidente- entreveo, como digo, una asociación causal entre el hecho de haberme acostado tras haber visto la entrada nº 50 de este blog y ser objeto de semejante violación del derecho constitucional en lo referente a la salud durmiente de los ciudadanos, sobre todo teniendo en cuenta el contenido de la última entrada, donde, entre otros muchos detalles de carácter oratorio-discursivas (que ya demostró nuestro generalísimo en otro(s) idioma(s)), descubro un tinte folklorico en el saludo parkinsoniano del caudillo que pasa en pocos segundos de el sincopado holaholita real al corte de mangas fanculo italiano. Visto desde este punto de vista, no me cabe la menor duda: una asociación en contubernio -de segundo o tercer tipo- o bien el Estado mismo –terrorista o no terrorista- ha tomado represalias contra los vituperables miembros de este espacio. Yo soy el primero de la lista. Así que si se os cae un cuadro de vuestra habitación –medidas 1’5m x 1m- encima –¡ojo!, luego todo parecerá el fruto de una paranoia febril o bien un sonambulismo fatal-, os acosa un mosquito trompetero –de esos que gustan en avisar antes de la picadura silbándote en el odio- y las cortinas se os vienen encima con un sonido análogo al de “A mi la legión”; no dudéis. Sois el próximo de la lista.
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Querido Ernesto: Tras verte ayer, unas horas antes del desaguisado que señalas, sólo espero no haber sido la mecha que encendió el mismo. Que vaya bien la clase. Un abrazo.
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