viernes, 17 de agosto de 2012

"El imbécil pomposo. Éste se instala fuertemente en la cotidianidad; recoge de la misma lo que contiene de más trivial y lo aumenta pesadamente. De la trivialidad extrae una sabiduría, una filosofía, una visión del mundo. Por ejemplo, separa las locuciones proverbiales de su contexto irónico, de sus oposiciones y correcciones recíprocas, para hacer de ellas verdades eternas. Habrá siempre pobres y ricos. Estas personas no sufren como nosotros. El dinero no da la felicidad. Siempre habrá guerras. No hay tortilla si no se rompen los huevos. No somos monaguillos. Más vale ser un chancho feliz que Sócrates descontento. El fondo del aire es fresco, etc... Los imbéciles pomposos parecen demasiado estúpidos como para perjudicar. Por su individualismo atrasado y limitado, son el blanco de los demagogos. Por la inercia y el mecanismo de su estupidez, desintegran lo social y lo humano más que otros, más pérfidos o más beligerantes" (Lefebvre). Consideraciones "cotidianas" retroactivas, esto es, aplicables ad hoc o por el mismísimo culo.

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