[Los fragmentos siguientes probablemente aporten una comprensión teórica de los fracasos tradicionales que ha sufrido el comunismo a lo ancho y largo de la Tierra. El punto fundamental sobre el cual pivota el fracaso es la cuestión de la igualdad de oportunidades y derechos entendida como igualdad de salarios. En Cuba todavía se mantiene esa igualdad salarial que tan sólo refleja una igualdad de condiciones enajenantes coextensas a la sociedad entera. Cuando estuve allá en la Isla llegué a pensar que el gran sueño comunista era el salto hacia un estado moral a partir de la concepción objetual que, en términos de mercancía y beneficio, configura la realidad propia del capitalismo. Con la igualdad de salarios, la posesión y acumulación de bienes dejaría de ser -en este particular sueño- el rasero a través del cual se mide el valor social de un individuo y, de este modo, se crearía una jerarquía social de valores basados, no en las propiedades particulares sino en la moral de cada quien. Una sociedad de clases morales, frente al actual clasismo salarial. Desde luego, el grado de moralidad de un individuo es un parámetro de dificil cuantificación, aunque claramente perceptible a través de las acciones. Las clases morales tendrían un caracter dinámico, ajustándose continuamente a las acciones (y los efectos de las mismas) realizadas los individuos. Un sueño que pensé tenía su germen en la actitud afable de los cubanos; actitud afable -pensé entoces- que venía propiciada por una igualdad de oportunidades, propiedades y derechos, lo cual para mi entonces significaba lo mismo que una igualdad de salarios. Este salto del capital a lo moral a través de la igualdad salarial se torna, a día de hoy, inviable.]
“El hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser, por lo menos, lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte de las ocasiones es indispensable que gane algo más que el sustento, porque de otro modo sería imposible mantener una familia y la raza de esos trabajadores no pasaría de la primera generación. Por ello parece opinar Mr. Cantillon que los trabajadores corrientes o de clase inferior, deben ganar en todas partes un jornal doble, por lo menos, del que sería suficiente para su propio sustento, a fin de que cada cual, uno con otro, pueda mantener dos hijos, pues la labor de la mujer, que tiene que cuidar de todos ellos, apenas alcanzará para atenderse a sí misma. Ahora bien, se calcula que la mitad de los niños nacidos mueren antes de la juventud. Por lo cual será necesario que los trabajadores más pobres, unos con otros, piensen en ganar el sustento de cuatro niños, para que les vivan dos cuanto menos hasta esa edad; por otra parte el sustento de cuatro hijos se supone equivalente, por lo general, al de un hombre. El trabajo de un esclavo físicamente apto, añade el mismo autor, se calcula en el doble de lo que cuesta mantenerlo, y no cree nuestro escritor que el trabajo de un trabajador libre, de clase inferior, valga menos que el de un esclavo”[1]
“Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, sólo mediante la fuerza podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su dignidad humanas.
Incluso la igualdad de los salarios, como pide Proudhon, no hace más que transformar la relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.”[2]
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[1] Adam Smith: La riqueza de las naciones, Ed. FCE, México, 1958, pp.66-67.
[2] Karl Marx: Manuscritos de Economía y Filosofía, Ed. Alianza, Madrid, 1968, p. 118.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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Bien buscado Ernesto.
ResponderEliminarEs una idea que nunca me había planteado, la de si la igualdad en salarios podía trascender a una igualdad social. Sin embargo, como bien se manifiesta el texto, esto no ha sido ni es (y esperemos que no sea, por las razones que ahora intentaré aducir)posible.
Capitalismo, dinerofilia, sistemas monetarios como vara de medir la humanidad. Sus consecuencias exceden de forma patente el mero hecho material de servir como sistema de cálculo, como cualquier persona intuye echando un leve vistazo a su alrededor y constatando la influencia del capital en la vida humana; y la perniciosa extrapolación de los valores del capital a la axiología de la condición humana, esto es, cuando lo poseido nos posee y no como creemos. En este sentido apoyo absolutamente que la solución a los desmanes no podrá provenir de la igualdad en los salarios pues este es tan sólo un tema material. El mayor peligro del capitalismo(sin entrar en sus consecuencias huamanas, tomado en abstracto per si) quizás sea su simultaneidad con el nihilismo (especialmente en su dimensión moral) y desde luego su lobezna capacidad de regeneración (aunque esto ya es consideración particular).
De todas formas tu sueño de una sociedad en clases morales desvirtúa sobremanera con una sociedad sin clases que soñaba el socialismo.
El dificultoso interés del asunto es conseguir hacer llegar a la gente que la meritocracia no existe, porque no se dan, nisiquiera en Occidente, la igualdad de oportunidades que presupone. No molesto más.