en un pasaje de Aristófanes, como suele ser habitual, encuentro algo suculento:
"Mi marido dormía a mi lado. Yo tenía un amigo que me había desflorado cuanto tenía siete años, y me echaba tanto de menos que vino y se puso a arañar la puerta. Supe de inmediato de quién se trataba, así que bajé de puntillas. Mi esposo me preguntó: "¿Dónde vas?". "Tengo retortijones, voy al aseo". Así que me hizo un mejunje de bayas de enebro, eneldo y salvia, y yo eché un poco de agua en los goznes de la puerta de la casa, para que no rechinaran, y salí a reunirme con mi amante, me doblé hacia delante y fui penetrada junto a la estatua, mientras me agarraba a un laurel". Finalmente, más que la peripecia de la "cornamenta" toman un mágico protagonismo las plantas de diferentes clases. El adulterio con romero y perejil ni pica ni produce rencor.
lunes, 9 de noviembre de 2009
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