sábado, 31 de octubre de 2009
"Este cráneo tenía una lengua y podía cantar antaño. ¡Ay, pobre Yorick! Yo lo conocí, Horacio... Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror, y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reirte de tu propia deformidad". Insuperable Shakespeare. Nunca deja de regresar a mi febril imaginación este momento de Hamlet regresando de la tumba, interpelando a esos sepultureros "filosóficos", a punto de comprender que su melancolía es, literalmente, venenosa. De verdad, es lo único que merece la pena leer una y mil veces.
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Justo Gallego Martínez (Mejorada del Campo (Madrid), nacido en 1925) es un ex monje español que ha estado construyendo su propia catedral en el pueblo de Mejorada del Campo (Madrid, España).
Catedral de Justo Gallego Martínez, en Mejorada del Campo (2005)
Ingresó muy joven en el monasterio soriano de Santa María de Huerta para abandonarlo sin llegar a hacer los votos, cuando contrajo tuberculosis en 1961.
Justo comenzó a construir su catedral en unos terrenos que había heredado de sus padres, sin el respaldo de la Iglesia Católica y sin los pertinentes permisos de edificación. Justo dice que su catedral se la dedica a «Nuestra Señora del Pilar, Madre de Dios». Su cúpula tiene 40 metros de alto. Lo ha hecho casi todo solo, con algo de ayuda de sus seis sobrinos o de algún eventual voluntario. En ocasiones ha contratado los servicios de un especialista con su propio dinero. Financia su trabajo alquilando o vendiendo terrenos heredados y con donaciones que recibe de cuando en cuando.
No existen planos ni proyecto de la obra, ya que Justo Gallego dice tenerlo "todo en su cabeza". Tampoco tiene conocimientos especializados en albañilería ni arquitectura y tuvo incluso que abandonar sus estudios primarios debido a la guerra civil española. Según cuenta el propio Justo a los visitantes que se acercan a contemplar su obra, obtuvo los conocimientos necesarios a través de libros sobre catedrales y castillos.
La mayor parte de los materiales de construcción que utiliza son reciclados. Usa tanto objetos de la vida diaria como materiales desechados por las constructoras y por una fábrica de ladrillos cercana. Para hacer las columnas utilizó, como moldes, bidones de gasolina viejos y una rueda de bicicleta hace las veces de polea.
Su obra le llevó a protagonizar en 2005 un anuncio publicitario de televisión para un refresco. Cobró 30.000 euros por ceder la catedral para tres días de rodaje y por participar en él.
Actualmente, Gallego vive con su hermana cerca de su catedral.
Su lema es "servir primero a Dios, luego al prójimo y por último a mí mismo" y por eso comenzó una catedral sin más conocimientos que los leídos en libros antiguos, muchos de ellos en latín.
Gallego aseguró que cerca de 2.000 personas acuden cada verano a visitar la catedral, y son muchos los estudiantes, sobre todo extranjeros, que le ayudan en esta época.
Bacterias copionas.
Tenemos que volver, gozosamente, al “fraudulento” retrato del artista como prestidigitador que Orson Welles montó en F for Fake, tomando como punto de partida el documental dirigido por Francois Reichenbach y Richard Drewett titulado Elmyr. The True Picture?, realizado para la BBC y basado en la singular figura de Elmyr D´Hory, reputado falsificador de obras de arte pictórico y afincado en aquellos años en Ibiza . “Fui a ver –declara Orson Welles- a Reichenbach y le dije: ¿Puedo utilizar sus planos? Fuimos a ver al montador, un montador brillante, y encontramos todo lo que él había rechazado; es decir, que lo que yo no rodé, lo cogí de la papelera”. Al introducirse en el fingimiento como forma de vida aparece la nostalgia del mundo de la magia. El gordo charlatán confiesa que principalmente trabaja como un mago; observamos una llave “que no simboliza nada”, el director advierte que “todo lo que está en la película es puro truco” e incluso se atreve a poner en boca de Houdini una frase extraordinaria: “un mago es nada más que un actor que interpreta el papel de un mago”. Tanto el director de cine como el mago hacen creer. “La verdad –dice Welles en F for Fake- es que hemos fingido una historia sobre el arte. Como charlatán, mi labor consiste en hacerla realidad, no en que la realidad tenga que ver con ella”. Hay que manipular las imágenes que están ahí para que surja lo extraordinario. El maestro del bricolage fílmico termina por reconocer que la cuestión de la autoría es algo que carece de importancia. Jordi Costa y Álex Mendíbil han insertado, con enorme lucidez, en su fantástica muestra sobre el plagio una serie de cuadros de Elmyr, el falsificador que en la película de marras aparece quemando, uno tras otros, los dibujos en los que “homenajea” a los maestros. Resulta que era una especie de modesto pirómano, un buen hombre que acaso se dejaba llevar por el narcisismo, superando, por ejemplo, a Modigliani aunque acaso todos los nombres tendrían que escribirse entre comillas. Nada más entrar en el laberinto lúdico del plagiarismo escuchamos una voz recitando un fragmento de “Pierre Menard, autor del Quijote” de Borges. Sería difícil encontrar mejor referencia para adentrarse en la cultura de la copia, el apropiacionismo o lo que en el texto literario se denomina “la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”. Desde el pseudo-Quijote de Avellaneda al remake de la película El exorcista asistimos al triunfo de la doblez, al despliegue de las astucias que permiten que de lo mismo surja lo diferente, aunque sea a partir, como pensara Deleuze, del retablo de la estupidez . Los hombres tenemos una tendencia innata a la copia, no sólo manifiesta en las “chuletas” tan necesarias en los exámenes, sino incluso fijada en el código genético, trazada en el ADN. “La cultura –apuntan Jordi Costa y Álex Mendíbil- creada por unos seres que aprenden fotocopiando información de una neurona a otra y que, a su vez, llevan incorporado el eco genético de las generaciones precedentes tenía que funcionar, necesariamente, a partir de mecanismos de duplicación” . Aprendemos por medio de patrones de imitación, citamos o acudimos a la cita para no caer, valga la parodia heideggeriana, en la nada anonadante. Todo viene, como no podía ser de otro modo, de las bacterias; Lluís Guiu toma de Margulis la idea de las comunidades bacterianas como una red de intercambio genético a escala planetaria que ha persistido durante miles de millones de años, una especie de Internet paralelo al nuestro y acaso más eficaz .
Aunque, si no nos remontamos a lo microscópico y a ese momento en el que las cosas se acatarran, tendríamos que situar al Pop como cimiento irónico de nuestras tendencias compulsivas copionas. Más que acabar la historia del arte en las cajas de estropajos Brillo, sería a partir del escaparatismo warholiano cuando comenzaría el vértigo de la apropiación, la historia metalingüística, el repliegue definitivo. Del tiempo real y aburrido, de la Factoría plateada y del neo-tancredismo surge el cuestionamiento de lo nuevo y original, la voluntad del artista de apañárselas con lo que pueda, esto es, la estrategia del bricoleur. Si unos trabajan con los restos, en un reciclaje manierista, otros prefieren desparramar su “pensamiento digital” en los weblogs. En la arqueología el arte caníbal y corsario que esboza plagiarismos cabe desde Avellaneda a los apócrifos de Sherlock Holmes, la neocueva de Altamira, las canciones folk de Woody Guthrie y el remake Robbie Williams, las flashmobs como el “Pásalo” del 13-M o la película Rose Hobart (1936) de Joseph Cornell en la que se apropiaba, en un particular desmontaje, de East of Borneo un film que había realizado cinco años antes Melford. Hillel Schwartz señaló en su libro crucial La Cultura de la copia. Parecidos sorprendentes, facsímiles insólitos que el plagiarismo, como el déjà vu es “inevitable, recurrente, irreprimible” . De la misma forma que el lienzo o la página jamás están en blanco, la imaginación vaga entre fragmentos y huellas que a veces piensa que son las propias o que vienen de ninguna parte. Tal vez sea cierto que los mentirosos y los plagiarios puedan llevarnos hacia una vida en compañía de los demás, apartándonos de la desesperación de lo unitario.
Resulta que el plagiario tiene un carácter amoroso y fiel, no es el iconoclasta ni el resentido, sino alguien que intenta ajustar, como buenamente puede, la “angustia de las influencias”. Con todo, cuesta aceptar que, como dice Rodrigo Fresán, “los plagiarios plagian por amor al arte y sólo desean que sus productos sean entendidos como invenciones” . El copión suele ser el vanidoso, ese mediocre que intenta ocultar la fuente de la que no solamente ha bebido sino que, con maldad inexplicable, ha dinamitado. El plagio es también vírico, prolifera por doquier, no parece tener vacuna conocida. Basta haber conseguido unos pocos aplausos y unas palmaditas en la espalda haciendo el “mono” para que resulte imposible retornar a otra cosa que no sea el truco y la disimulación. Cuando Costa y Mendíbil hablan del “plagio creativo” están refiriéndose a todas las formas de collage expandido, desde el schatch al sampleado, la emergencia del artista como un post-productor, un sofisticado re-mixador. Podríamos hacer una completa apología del traidor-traductor, de los que convierten las versiones en diversiones, de aquellos que entregados al reciclaje no terminan por quedar atrapados en lo que llamaríamos un “imaginario del micro-ondas”. John Oswald tiene toda la razón del mundo cuando señala que un disco puede ser tocado como una tabla de lavar . No otra cosa quería decir Duchamp al animar a usar un Rembrandt como una tabla para planchar. Somos los herederos del ready-made-ayudado aunque en vez de “pasar a la acción” lo hayamos metido todo en urnas y estemos preocupados manteniendo la temperatura constante. Si ahora aceptamos que el plagio es cultura también habíamos guardado silencio, por si las moscas, ante la manifestación de Bergamín de que lo que no es tradición es plagio. La glaciación ya está aquí (lo noté esta mañana cuando al tararear “Qué sabe nadie, etc.” creí que me lo había inventado yo). El modelo del verdadero artista es el don nadie que se convierte en todo el mundo. Tengo que confesar que he copiado esa frase, como otras muchas que ahora no quiero recordar. “¿Quizás -dice Welles- el nombre de alguien no importe tanto?”. Por si acaso, antes de que las bacterias lo copien todo, voy a firmar estas divagaciones.
Fernando Castro Flórez.
Todo gracias al perverso Avellaneda.
Fernando Castro Flórez.
Es manifiesta, como he insistido en otras ocasiones, la ambigüedad de las actitudes artísticas contemporáneas, resultando difícil sabe si son formas de la resistencia semiótica, poses de franca decadencia revolucionaria o gestos de cinismo en los que la teatralización ha sustituido a cualquier estrategia crítica. Los radicalismos terminan por confesar su estructura paródica, la abstracción deriva hacia una ornamentalidad auto-satisfecha y el conceptualismo revela, en muchos casos, una impotencia ideológica mayúscula. Como Thomas Lawson sugirió, en “Última salida: la pintura” , buena parte de la actividad que en cierto momento se consideró potencialmente subversiva, más que nada porque prometía un arte incapaz de mercantilizarse, es ahora completamente académica. Junto a la fetichización, compulsiva, del documento (simultánea a la mixtificación de la procesualidad) va cobrando una importancia inusual la parodia. Conviene tener presente que es imposible representar una parodia convincente de una posición intelectual sin haber experimentado una afiliación previa con lo que se parodia, sin que se haya desarrollado o se haya deseado una intimidad con la posición que se adopta durante la parodia o como objeto de la misma. Si en la parodia hay una relación de deseo y ambivalencia, en la proliferación de los estilos plagiarios no aparece más que un patético anhelo de notoriedad, una urgencia por conseguir, a toda costa, la fama, por precaria que esta sea, asumiendo, una ironía, en sí misma desgastada, que, finalmente, funciona como una coartada . A lo mejor se trata de producir lecturas escrupulosamente falsas, de llevar hasta el límite extremo el juego, vale decir, de tomar “en serio” nuestro arte de la colusión. Las estéticas desencantadas con el vanguardismo, las estrategias “alegóricas” de los años ochenta, desarrollaron, hasta la saciedad, la cita y el reciclaje de las imágenes. Un fenómeno especialmente intenso de aprovechamiento y acaso cancelación de la historia. Esas estrategias de rivalidad mimética que pudo ser un mero camuflaje del poder que se “obviaba”. Las refotografías de Sherry Levine (siguiendo, entre otros, a Walker Evans), las actualizaciones de Elaine Sturtevant (cuando utiliza material cedido por Warhol para hacer unas flowers), las versiones o mejor remedos de los cuadros de mujeres de Picasso que hace Mike Bidlo, revelan una sintomatología duchampiana, al mismo tiempo que establecen, con enorme lucidez, el zeitgeist post-estructuralista. La idea de Barthes de la cultura como una palimpsesto infinito, las meditaciones foucaultianas sobre la muerte del autor o la diseminación nomadológica tematizada por Deleuze y Guattari planean junto a una aguda certeza de que el destino o, en términos de Baudrillard, la estrategia fatal implica la proliferación de los simulacros. La cultura de la “apropiación” no a producido, como piensan algunos interpretes, un cuestionamiento de la firma, antes al contrario, esta ha multiplicado su fuerza y respeto notarial. Thomas Crow habló del grado preciso de originalidad residual requerido para poner en acción, con toda su eficiencia, la economía del arte. En cierta medida, los críticos ingeniosos encontraron el tipo de manipulación de signos que les convenía, los trucos y parodias que daban juego para la “interpretosis”.
El artista actual está condenado a copiarse a sí mismo o bien a reprogramar obras existentes. Entre los ejemplos que Nicolas Bourriaud da de post-producción en el arte contemporáneo se encuentran el video Fresh Acconci (1995) de Mike Kelley y Paul MacCarthey en el que hacen que actores profesionales interpreten las performances de Vito Acconci, One revolution per minute (1996) de Rikrit Tiravanija en la que incorpora piezas de Oliver Mosset, Allan McCollum y Ken Lum, Pierre Huyghe proyecta un film de Gordon Matta-Clark, Conical intersect, en los mismos lugares de su rodaje o Jorge Pardo que manipula en sus instalaciones piezas de Alvar Aalto, Arne Jakobsen o Isamu Noguchi . Se utiliza lo dado en una estrategia semejante a la del sampler: el artista es un remixador. Hay que darle un valor positivo al remake sin, por ello, caer en el alejandrinismo cool. Somos, no cabe duda, los herederos glaciales de un relativismo de los valores, podríamos convertir en divisa museal aquella observación de Braco Dimitrijevic de que vista desde la luna, la distancia entre el Louvre y el Zoo es escasa. Este artista acentuó la fricción entre lo aurático y lo banal en la serie Tripthychos Post Historicus donde combinaba una obra maestra, un objeto corriente y una verdura o pieza fruta. El literalismo formal era, ciertamente, la manifestación de la honda fascinación o, acaso, del hechizo del Museo sobre el imaginario contemporáneo. El citacionismo, la complicidad, el ludismo cultural funcionan como algo más que un escamoteo, son una forma de encriptamiento ante lo que llamaré, de forma imprecisa, “falta de magia”. Asistimos, en todos los sentidos, al triunfo de la fantasmagoría .
Si Cheryl Berstein elogiaba, en su ensayo “Fake as more” escrito a principios de los años setenta, las réplicas que Hank Herron había realizado de obras de Frank Stella, Nick Stove, con mayor sagacidad aún, renunció, tras una complicada trifulca con Roselee Goldberg, a su práctica instaladora y performativa para realizar un erudito estudio sobre Orson Welles que podemos tomar como una meta-crítica de una época de un manierismo inquietante. No se trataba de acabar con la máxima, proferida precisamente por Stella, de “lo que ves es lo que ves”, enredándose en una mezcla de revelación del fetichismo y situacionismo descafeinado, sino de radicalizar los trucos, entregarse, con lucidez, al ilusionismo: Stove citaba, sin oscurantismos, F for Fake, el retrato del artista como prestidigitador de Orson Welles. Al introducirse en el fingimiento como forma de vida aparece la nostalgia del mundo de la magia. “Soy un charlatán –afirma Welles en su memorable film- Solía ser un mago y aún trabajo en ello”. Pero no debemos dejarnos engañar tan fácilmente, incluso el mago deconstructor, Houdini el maestro de la fuga, es un actor que interpreta el papel de un mago. En “Palimpsest”, un ensayo aún no traducido de Marcia Tucker, encontré una sorprendente comparación entre el magistral director de Citizen Kane y el que ella llama “el perverso Abellaneda (sic)”. Es significativo que en la compilación Art After Modernism: Rethinking Representation, realizada por Brice Wallis y publicada por el New Museum que en ese momento dirigía precisamente Tucker, el primero de los textos con el que nos enfrentamos sea “Pierre Menard, autor del Quijote” de Jorge Luis Borges . En ese fascinante “relato” se expone el raro caso de un escritor que trescientos años después de Cervantes intentó producir una páginas que coincidieran palabra por palabra, línea por línea con las de los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Quijote y un fragmento del capítulo veintidós. “Menard (acaso sin quererlo) –escribe Borges- ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”. Por su parte, Harold Bloom apunta que la segunda parte de las aventuras quijotescas “fue espoleada por la falsa continuación de Don Quijote escrita por un tal Avellaneda” . La verdad, “cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir” (sagaces palabras de Menard tras los pasos del ejemplo cervantino), es que Avellaneda es el origen de todo lo que nos pasa. Nuestras crueles y ridículas andanzas, no menos raras que aquellas de un lector manchego, están dispuestas para la parodia, son “tenues avisos espirituales” de un naufragio imponente. “La verdad –dice Welles en F for Fake- es que hemos fingido una historia sobre el arte. Como charlatán, mi labor consiste en hacerla realidad, no en que la realidad tenga que ver con ella”. Acaso una de las tareas del arte sería encontrar un lugar en el que es siempre otro el que habla .
En un pasaje de Infancia en Berlín hacia 1900 se refiere Benjamín a esa experiencia de excavar: “es verdad que para que unas excavaciones tengan éxito, se necesita un plan. Pero no son menos indispensables los cautelosos sondeos en la oscura arcilla y sería estafarse a sí mismo robándose el premio más valioso, conservar sólo el informe de los descubrimientos que se han hecho y no esta oscura dicha proporcionada por el mismo lugar del hallazgo. La búsqueda infructuosa forma parte de esto tanto como el éxito, y por consiguiente el recuerdo no debe proceder a la manera del relato y menos aún del informe, sino que, en la manera más estrictamente épica y rapsódica, debe probar con su pala en lugares siempre nuevos y escarbar hasta niveles cada vez más profundos en los viejos”. No sólo se trata de los despojos de las situaciones, sino de las situaciones mismas, de la práctica de la excavación y el descubrimiento, del hallazgo y del descuido, que dejan una huella tan profunda en los objetos exhumados, que llega a constituir la parte principal de su significado.
La historia no es una bella copia ni algo original sino un palimpsesto. O, en otros términos, una pizarra en la que aunque el borrado haya sido sistemático todavía es posible “leer” rastros de lo acontecido. Toda tachadura incita a mirar a través.
viernes, 30 de octubre de 2009
No debemos olvidar que lo satírico, lo burlesco y, en general, lo bufo, cumplen una función tremendamente conservadora en lo social. El culto a lo excremental o la cerrada ovación al bestialismo, por ejemplo, no constituyen precisamente una novedad en el ámbito artístico. Y desde luego no son en modo alguno «revolucionarios». De hecho vivimos en una sociedad en la que la blasfemia es formalmente imposible (aunque aparentemente acontezca por doquier). Lo cual da idea de la solidez del sistema.
Echo de menos ―últimamente echo de menos muchas cosas― el compromiso político. Hay muchos que entienden que la máxima expresión de la independencia consiste en criticar siempre al gobierno, o en realizar afirmaciones del tipo: «todos los políticos son iguales». Ya. También están ―a veces son los mismos― los que dicen que no les interesa la política, o que ellos no profesan ninguna ideología. Suelen ser de derechas (o terminan por hacer el juego a la derecha, que a fin de cuentas es lo mismo). Personalmente prefiero a los que lo manifiestan abiertamente. De un tiempo a esta parte no faltan, por cierto. Usan la etiqueta de «liberal», eso sí.
En este país hubo una época en la que se decía que la derecha carecía de intelectuales. Los escritores, los artistas ―la gente, en suma, que tenía algo que decir― solían ser de izquierdas. Hoy la situación es casi la inversa. Podría afirmarse, claro, que lo que sucede es que ya no quedan intelectuales. Puede que sea cierto. Pero el caso es que, de haberlos, hoy están en la derecha. La (supuesta) izquierda, con el maltrato que ha dispensado a «la cultura» cuando ha tenido oportunidad de gestionarla, quizá no esté exenta de responsabilidad en el asunto que nos ocupa. El «buenrollismo» ha hecho estragos. Y en esas estamos, me temo.
Cuando hoy en día se da la extraña circunstancia de que coincidan en un mismo individuo mentalidad de izquierdas y cierto talento, invariablemente sucede que se aparta de la política como de un lodazal, llevando su ideología en secreto, como una profesión clandestina de la que casi se avergüenza. Luego están aquéllos ―en la izquierda, digo― cuyo único talento conocido es precisamente decirse «de izquierdas». Pero ése es otro asunto, además se les conoce pronto.
En cambio a los liberales ―o sea, a los de derechas― no les da ningún miedo decirlo. Ni nada. No les da miedo nada. Tampoco el ridículo, dicho sea de paso. Pero en el ámbito de la cultura están menos reñidos con el buen gusto. Hoy es cosa conocida que los mejores suplementos culturales pertenecen a periódicos como mínimo conservadores (cuando no ciertamente de una ferocidad ultramontana). No es un hecho de gran trascendencia pero resulta sintomático. Y, qué quieren que les diga, me ensombrece el ánimo.
Asustas a cualquiera.
Walt Disney parece ser que no fue crionizado, sino enterrado a la antigua usanza con pico y pala, como para creer en la familia, la familia es la familia pero al final a la saca, que manía e??, estamos acostumbrados o estamos a otras cosas??
Atajo de ineptos.
Lo que yo te diga.
Iceman
Está bien hablar de las galerías subterráneas y laberínticas de los escarabajos, de la voz en off de David Nebreda, de nuestros amigos desaparecidos más recientes Víctor Mira y Javier Utray, de nuestros proyectos futuros, Charro Bizarro enjaulado, con dulzainas y tamboril, pero esta foto, esa ampolla donde en su interior aparece algo indescriptible, arrugado y seco es el corazón de Santa Teresa
Sangre, cebolla y piñones
Otro día hablamos de San Juan de la Cruz.
Desde Hondura de Huebra para "Contubernio Caníbal nacional- Radio Pirineos" Contubernio Libre, nunca cautivo
jueves, 29 de octubre de 2009
miércoles, 28 de octubre de 2009
y temblando al borde de este colapso histórico, esperando entre bambalinas su entrada redentora se encuentra precisamente... nada: el puro significante de un paraíso que nunca llega, de un apocalipsis absolutamente destructivo, que es al mismo tiempo todo y nada, un espasmo vacío que consuma todas las muertes y ausencias que es el lenguaje mismo. Al final, cuando creemos que encontraremos la resolución del enigma, en la estancia del control total, de los deseos recónditos, solo está, como un cretino (leyendo acaso el Boletín Oficial del Estado), el Mago de Oz. Desolador y cierto.
hoy, en estado febril y cansado como un perro, divagé, ante un público reducido pero selecto, sobre Tarkovsky. Mi desastre mental evidente llevó a que un asistente me refutara con vigor: yo había venido a decir que "el deseo no es nada" y ni siquiera comprendía que lo que estamos buscando es un abrazo infinito. Tirando de un ejemplo de Rem Koolhass me atreví a sugerirle que en el improbable caso de que nosotros dos compartiéramos un jacuzzi (algo que el califico de aberración imposible) no querríamos que fuera hasta la eternidad. Si estaba desconcertado y no tenía, en realidad, nada que replicar es porque había pronunciado unos términos mágicos que evitan seguir polemizando: Ying y Yang. Eso y no la trivialidad de Zipi y Zape corta el flipe por la sano. Juro, solemnemente, que no volveré a meterme en lodazales, trincheras o cualquier clase de madriguera sin antes darle al mantra, al tantra y a lo que sea oportuno con tal de evitar quedar como un necio.
PRIMERO- SÍ
LUEGO- CONTENDRÍA LA RESPIRACIÓN, PARA RESPIRAR LENTAMENTE..PERO QUE SE OYERA...COMO TRES MINUTOS.
Y DESPUÉS DE ESOS TRES MINUTOS, SEGUIRÍA RESPIRANDO...TAMBIÉN QUE SE OYERA, LA RESPIRACIÓN..
Y LUEGO, CUANDO SE ACERCASE, LE DIRÍA: NO. NO PARIS NO, ASÍ NO ES LA COSA, ESTO ES UN ESCÁNDALO!NO TIENES NI DÍA NI NOCHE.
Como enfermedad hereditaria, se presenta en una forma autosómica dominante, lo cual significa que cualquier niño en una familia en la cual uno de los progenitores esté afectado, tiene un 50% de probabilidad de heredar la mutación que causa la enfermedad.
Se presenta normalmente entre los 30 y los 50 años de edad (aproximadamente), aunque los síntomas se pueden desarrollar a cualquier edad. Además, el padecimiento puede seguir caminos muy diferentes, incluso en hermanos y parientes próximos. Esto se debe a que, junto a la mutación específica del gen de la huntingtina, intervienen además otros factores hereditarios.
La enfermedad produce alteración cognoscitiva, psiquiátrica y motora, de progresión muy lenta, durante un periodo de 15 a 20 años. El rasgo externo más asociado a la enfermedad es el movimiento exagerado de las extremidades y la aparición de muecas repentinas. Además, se hace progresivamente difícil el hablar y el tragar. En las etapas finales de la enfermedad, la duración de los movimientos se alarga, manteniendo los miembros en posiciones complicadas y dolorosas durante un tiempo que puede prolongarse hasta horas.
No obstante, los trastornos psíquicos graves, que anteceden normalmente a los musculares, son los rasgos característicos de la enfermedad. Ésta puede desencadenar episodios depresivos reiterados con repercusiones negativas en el entorno de allegados. Las facultades cognitivas disminuyen, así como la memoria, y la capacidad de concentración empeora. La enfermedad termina en una demencia fuerte, que puede conllevar deseos de suicidio.
Se calcula (2006) que en toda Europa hay unos 45.000 afectados. En Norteamérica, unos 30.000.
Como enfermedad hereditaria, fue descrita por George Huntington en 1872 y en 1933 se descubrió que era una mutación genética la desencadenante de la enfermedad; la identificación del cromosoma 4 como responsable de la misma se anunció en la revista Nature en 1982, por el equipo de genética de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard, Boston.
Tras llegar a la mayoría de edad, cualquier individuo puede hacerse un examen predictivo y obtener así la seguridad o no de su presencia con años e incluso decenios de anticipación a sus primeros síntomas. El examen genético es infalible pues todo portador de esa mutación genética se convertirá, antes o después, en víctima de la enfermedad.
Actualmente, existe también el diagnóstico preimplantacional: en una fertilización in vitro, se analiza cuál de los embriones que se han comenzado a desarrollar presenta la enfermedad, y cuál no, implantando únicamente el sano, de tal manera que el hijo deseado no estará afectado por esta enfermedad.
He hablado con David Nebreda, exactamente tres minutos, la segunda vez y la primera como dos minutos, me contestó él personalmente, a la pregunta si era David Nebreda dijo sí y luego solamente hable yo esos dos y tres minutos. Con un sí profundo al descolgar el telefono y oyéndole su respiración por conversación, terminó con un no.
martes, 27 de octubre de 2009
lunes, 26 de octubre de 2009
durante dos semanas asistiremos a la "fantasmagoria plena del siglo XXI", valga esta retórica benjaminiana. Por fin llega el estreno, por tiempo limitado, de "This is it" donde contemplaremos, maravillados, la resurrección de Michael Jackson. Por fin tenemos, más allá de todos los nigromantes y videntes, de la Pitonisa Lola y de sus adláteres, un auténtico ejemplo de comunicación con el Más Allá. Vivir para ver.
PD. reparemos en la peluca negra del interfecto, en la cortina roja a lo David Lynch, en el look inverosímil, en la pantalla transparente para el texto escueto. Nada puede ser tan sublime.
I don't believe in an interventionist GodBut I know, darling, that you doBut if I did I would kneel down and ask HimNot to intervene when it came to youNot to touch a hair on your headTo leave you as you areAnd if He felt He had to direct youThen direct you into my armsInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my armsAnd I don't believe in the existence of angelsBut looking at you I wonder if that's trueBut if I did I would summon them togetherAnd ask them to watch over youTo each burn a candle for youTo make bright and clear your pathAnd to walk, like Christ, in grace and loveAnd guide you into my armsInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my armsAnd I believe in LoveAnd I know that you do tooAnd I believe in some kind of pathThat we can walk down, me and youSo keep your candlew burningAnd make her journey bright and pureThat she will keep returningAlways and evermoreInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my arms, O LordInto my arms
La asfixia puede producirse también por inhalación de tóxicos que existan en el aire, por ejemplo humo o piretrina en grandes cantidades, o por la penetración de líquidos por boca o nariz —ahogamiento—, en este caso será necesario desalojar el líquido de las vías respiratorias.
En los casos más graves puede ser necesaria la reanimación cardiopulmonar. Es conveniente que la realice personal calificado o personas que hayan recibido la formación adecuada. Las ambulancias, suelen llevar diversos equipos para reanimación respiratoria (botellas de oxígeno, insufladores manuales o eléctricos, etcétera)
La asfixia puede causar la muerte, de hecho es la primera causa de fallecimiento en los incendios. Asimismo la falta de oxigenación de todo o parte del cuerpo puede producir hipoxia o anoxia.
Los atamientos pueden hacerse sobre una parte o sobre la totalidad del cuerpo, utilizando generalmente cuerdas especiales que pueden encontrarse en cualquier sex-shop, pero también, con cierta frecuencia, cadenas (aunque esto estaría más próximo del BDSM), y, más en general, cualquier otra cosa que pueda servir para inmovilizar a una persona. Con cierta frecuencia, a la persona se le aplica una mordaza.
El bondage puede usarse como práctica estético-erótica, como parte de una relación BDSM, como una variante erótica más o como elemento en ceremonias de dominación o de sadomasoquismo. Aunque existen desacuerdos (especialmente cuando sólo se usan cuerdas) se suele considerar como formando parte de la llamada cultura BDSM.