martes, 31 de mayo de 2011

Uno podría aplaudir su performance porque sostiene en su disgusto el trato que recibió de sus enemigos y la ineficacia de sus aliados. Su obra fue un ruidoso choque de sonidos, cultura y estética. Es un eructo que nos orilla a una disyuntiva: ¿entendemos o no sus votos para hacer un partido de uno? Los exégetas y críticos le agregaron otra personificación más: la de patrono de los exiliados. La actitud del Dante tuvo algo de salvaje y aterrador, más amenazante que obsceno. Fue expulsado de por vida de Florencia. Nunca pensó que iba durar toda la vida, pero al mismo tiempo tampoco imaginó que iba a terminar. Murió en exilio eterno. Y de paso, por una malaria contraída en Venecia. Cinco centurias más tarde, el infame Alighieri volvió a asomarse por casa. Su leyenda había dejado nerviosos a todos los florentinos, quienes le construyeron una tumba. Vacía. Su cuerpo descansa en Rávena. A menudo intento examinar las razones por las que hacemos lo que hacemos. Terminas estrellándote en Florencia. Umbilicalmente, ahí, donde se inventó la perspectiva. Donde comienzas a actuar como un lobo que prueba la sangre o algo por el estilo.

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