domingo, 1 de mayo de 2011

BIS



En una escena de La Leyenda del Zorro, el villano de turno de la franquicia hace gala de una dentadura de madera con la que abanica su ideología WASP, insultando a (Don) Diego de la Vega como "mejicanito disfrazado de blanco". No necesariamente, a propósito de este blockbuster, los réditos poéticos de lo exótico me recuerdan a Rugendas. Bueno, también a la Misión Francesa de 1816 y un largo etcétera. Las imágenes del periplo latinoamericano (iberoamericano, hispanoamericano o cómo quieran llamarlo) del pintor-viajero bávaro está en el inconsciente colectivo del por acá. Sin embargo, lo que siempre me sedujo de sus pinturas, dibujos y diarios es su ceguera al pintar, dibujar y apuntar la apariencia y poses de los pueblos originarios con la teatralizante tradición academicista. Aunque, siempre inmersos en una flora y fauna americana objetivamente representada. Ahora si consideramos que las fotografías con las cuales capturó documentalmente los modelos étnicos y costumbristas que conforman su obra y las contrastamos con los forzamientos románticos que en sus cuadros aplica a cuanto personaje típico se le cruza, resulta interesante tener la delirante y erudita obra de Möritz Rugendas a la vista. A manera de colofón, Jacob McGivens (el vaquero racista del tratamiento dental peculiar, señalado al comienzo de este post) me recuerda barthesianamente a Nasty Canasta, el célebre forajido, bandido y bailarín de Drop-Along Duffy.

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