viernes, 5 de octubre de 2012

de lo «privado» y de lo «público»





Es una escena muy antigua, inmemorial, y no ocurre una sola
vez, sino que se r epite indefinidamente, con la asiduidad de
todas las reuniones de hordas que llegan para aprender sus
orígenes de tribu, de fraternidades, de pueblos, de ciudades —
asambleas alrededor de fuegos encendidos por doquier en la
noche de los tiempos, y de los cuales aún no sabemos si fueron
encendidos para calentar a los hombres, para apartar a los
animales salvajes, para cocer los alimentos, o bien para
alumbrar el rostro del relator, para dejar que se vea mientras
dice, o mientras canta, o mientras actúa el relato (acaso
cubierto con una máscara), y para ofrecer un sacrificio
con su propia carne) en honor a los ancestros, a los dioses, a los
animales salvajes o a los hombres que el relato celebra.

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