martes, 6 de abril de 2010

Ironía

"Conscientes de que el malditismo constituía la última versión de la estética postromántica, o del último frente neovanguardista de las estéticas modernas, propendían a cuestionar no sólo ese criterio concreto sino, con él, todo posible criterio estético. Del victimismo pasaron, pues, al cinismo, en una doble estrategia: aceptar desgarradamente que el sistema, en su omnipotencia, no permite otro criterio que el que establece desde sus propios intereses políticos, económicos o sociales; y cuestionar radicalmente, desde postulados nihilistas, la posibilidad misma de erigir algún criterio estético, o alguna suerte de diferenciación entre la obra artística y la chapuza, o entre el arte y su falso pretendiente.
Lo cual durante la postmoderna década de los ochenta fue particularmente difícil. La adulteración era la regla; y la propia excepción que pretendía denunciarla podía quedar también contaminada por una general reconversión de todo objeto, estético o no, en objeto de masivo consumo. Esto afectó particularmente a zonas sensibles de la creación, como la pintura, la música popular o más recientemente la arquitectura o la novela".

de Eugenio Trías en el artículo "La ironía estética" (El Mundo, 2/1/1997)

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