Acercándose al final de su vida, a los 77 años, Pablo Burchard (1875 - 1964) arribó por primera y única vez al Viejo Continente. Está casi ciego. Y sin la menor afectación, se dedicó a observar con aplomo la historia del arte sin segundas ni terceras fuentes. En rigor, este fade-out lo destaca como el estándar del arte chileno al promover una tradición artística de "oídas". No sabemos si Burchard intentó programáticamente modernizar las artes locales pero nos legó entre sus fans, que proliferaron como hongos, a los responsables de ensayar la modernidad: la del arte por el arte geométrico, al ritmo de Ramón Vergara Grez con "Carta abierta a Europa" (1958); la gestualidad comprometida de José Balmes y su serie "Santo Domingo, Mayo 1965", y el gamberrismo transdisciplinar de Enrique Lihn con Nicanor Parra y Alejandro Jorodowsky y sus pegoteados "Quebrantahuesos" (1952). Algo extraño por aquí. Experimentando en otras palabras.
jueves, 15 de abril de 2010
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