el laberinto de domingo es invasivo. deja poco lugar para que el público pueda cumplir su papel de espectador, salvo que desee ingresar a él. la sala dispuesta, en la facultad de arquitectura, nunca fue la más apta. no sólo por las dos columnas que interferían en la problemática concentricidad propuesta por domingo, también por la acústica del lugar. la reverberación era algo que no podíamos eludir. le daba la cuota de ruido a un proyecto ya ruidoso en sí mismo. domingo, asumiendo su avatar de "cagón and crista", debía perderse y encontrarse en el laberinto, recorriéndolo sobre un trozo de hielo y topándose son unas gogo-dancers al ritmo de mashups y playlist que tenía que improvisar durante la espera y transcurso del recorrido. como si fuera un pac-man, una vez llegado al centro del laberinto, se levantaría, dejaría bañar en aceite por una de las nenas y con una botella de aguardiente en la mano, el mequetrefe macedónico interpretaría sus herméticas canciones a manera de colofón. durante toda su actuación, estuve de espaldas al laberinto, haciendo su seguimiento a través de una pantalla en circuito cerrado y en línea, que transmitía lo sucedido por web. también disponía de una mesa de sonido que me permitía administrar dos fenómenos que eran parte de mi intervención y respondían a mis intereses artísticos.
viernes, 11 de noviembre de 2011
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