miércoles, 30 de noviembre de 2011


son algo así como las diez de la mañana. la temperatura alcanzará los treinta y cuatro o treinta y cinco grados de ayer. las emprendo al masturbatorio 19. como buen sudaca, voy atrasado. llevaba dos trasnoches que me pasaron la cuenta. y era por cuestiones similares a las que conversé con domingo ayer, a las cinco de la tarde hora española. el asunto es que al colgar nuestro diálogo telemático, empecé a materializar la logística de lo hablado con la paradoja propia del contexto chileno: ser un lugar de contenedores sin contenido. reconozco que cada vez que escribo sobre chile, termino redactando como un maníaco depresivo. en fin, continúo. tengo planificado la perforación de rigor para la prueba de materiales, hoy preciso el momento. antes que se me olvide, entre medio de todo lo que pasó ayer me puse a leer, a mi parecer, uno de los mejores artículos sobre barroco publicados por acá, escrito por el historiador alfredo jocelyn-holt. a propósito, tengo más feelin' con los historiadores a secas que con los intelectuales del mundo del arte. bueno cito: "otra debilidad del argumento es que en chile, no así en otros lugares de hispanoamérica, el barroco no dejó una gran huella. la distancia geográfica y la pobreza del territorio impidieron una recepción fluida y una base de sustento para que éste cundiera. la densidad cultural de chile, comparada con la de otros centros, es bajísima durante la época en que se supone que debió imponerse. (...) visto así, el barroco en chile es, quizá, una mera expresión del gusto por el barroco una vez que los coleccionistas pudieron solventar económicamente su costo e importarlo, es decir, ahora."

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