sábado, 2 de junio de 2012

HACIA UN MERIDIANO INQUIETANTE II


no me fue fácil enterrar la carta. dudé mucho. podria no haber enterrado nada y decir que lo hice. la abría y cerraba. la miraba y releía. la noche estaba muy oscura aunque la luna había advertido que sería llena en unos días más. sin embargo, había sido cubierta por grandes masas de nubes mientras debatía internamente sobre mi reliquia en cuestión. del mismo modo que serpientes, conejos y otros roedores del lugar más el sonido de los pajaros y un sinnúmero de otros ruidos propios de la región aportaban en lo que a sugestión se refiere. finalmente, no lo pensé más, deposité la carta y empecé a cubrirla con tierra. fue cuando una ventolera hizo lo suyo junto al metal de algunas lápidas sumada a una inesperada lluvia. entonces, entre el sueño y la vigilia, ese lugar que no entiende de distancias, capaz de atrapar el tiempo y acercarnos a aquellos que partieron a un lugar lejano, inicié la espera del amanecer.

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