sábado, 2 de junio de 2012

HACIA UN MERIDIANO INQUIETANTE II


fue en cuenca, ecuador, donde domingo formalizó la invitación a enterrar una obra en la entonces lejana morille. había que enterrar una obra. pero no cualquier obra. había que hacerlo como lo hizo klossowski o utray. el entierro de algo dificil de despojarse. cuando venía camino a españa, durante el viaje que cruzaba el charco, una de las personas mas importantes de mi vida murió. sabiamos, él y su familia, que el discurso fúnebre era mi tarea. no fue al pisar barajas ni en el trasbordo en atocha cuando supe sobre su deceso. habían ya pasado tres dias y me estaba asentando en la ciudad fortificada de cuenca. nunca pense que la persona responsable de hacerme sentir orgulloso de ser latinoamericano muriese estando yo en el viejo mundo. recuerdo, producto de los desfaces horarios con chile, que al saber la noticia y tras hablar largamente con la familia de mi maestro, salí a vagar por la sierra medievalizada a altas horas de la noche. ya sabía, entonces, lo que enterraria en el cementerio museo mausoleo de morille: una carta oxidada por el paso del tiempo cuya escritura, aún legible, contaba el amor de una madre que está por morir hacia un hijo con dotes para el arte. la encontré en la azotea de mi casa a los 17 años y luego de leerla decidí estudiar artes. una reliquia muy íntima que me acompañó siempre hasta ahora, que desde anoche yace enterrada en el cementerio de obras de arte. tras llegar a españa con esta decisión ya tomada, consideré que al enterrarla seria el lugar y momento adecuado para despedirme también de mi maestro, ramón vergara grez. la noche fue mas larga de lo que pensé.

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