viernes, 29 de junio de 2012

gunter bailalo suavecito “Las explosiones ocurren” Robert A. Heinlein


el cuello de la botella se hizo trizas, las patatas calientes mash potato enturbiaron el ambiente, el abigail retorcido inmovil, reptante y recostado con una camisa estampada con truchas de arco iris.


aguardiente 


Se dice que, tras establecerse en 1902 relaciones diplomáticas con Cuba, un español preguntó a un norteamericano como habían conseguido erradicar la fiebre amarilla en apenas cuatro años y la respuesta fue: “muy fácil, cogimos su reglamento y lo aplicamos a rajatabla”. Es una leyenda apócrifa, pero retrata perfectamente nuestro afán reglamentador… y nuestra tendencia a pasarnos los reglamentos por el arco de triunfo. Otra cualidad que nos orna y enorgullece es el tenerlos bien puestos: llámese valor o inconsciencia, es un asunto en el que cualquier español preferirá pasarse antes de quedar corto; el resultado es un país sorprendente y hasta divertido, pero peligroso. En 1893 y en Santander, estas dos cualidades se aliaron con un toque de ignorancia y la omnipresente figura del “mirón” para generar el que posiblemente haya sido el mayor accidente de la Historia de España: la explosión del vapor “Cabo Machichaco”, que causó 590 muertos y más de 2.000 heridos de diversa consideración además de destruir 60 edificios y dañar seriamente otros 86.

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