domingo, 10 de junio de 2012

HACIA UN MERIDIANO INQUIETANTE II


Una pregunta recurrente cuando se conoce que mi centro de operaciones europeo siempre ha sido la ciudad fortificada de Cuenca es por qué elegí un lugar tan provinciano. La historia, por una parte, se remonta a comienzos de los años ochenta, cuando a través de Marta Traba conocí la breve pero tangente historia del grupo El Paso (1957-1960), lo que me llevó a la colección conquense de abstracción gestual, matérica y geométrica de Fernando Zóbel.

Mi bronca adolescente se dejó llevar por la violencia de los empastes y arañazos cuidadosamente salpicados de los artistas españoles, cuya gestualidad era mezclada con arena, objetos pegados, arpillera y lo que encontrasen en su camino. Recuerdo mis primeras pinturas donde la estética del Saura, Millares y Canogar de El Paso eran más que citadas. Lo hacía en periódicos encolados de más de cuatro metros de alto por tres de ancho, clavados directo al muro, y donde pinté entintados en blanco y negro que parecían estar en eternas batallas campales.

Si bien eran tiempos donde la recuperación pictórica se hacía en Chile siguiendo las noticias sobre la transvanguardia italiana, la bad painting norteamericana y el neoexpresionismo alemán traídos por los artistas retornados del exilio, enganché formal y conceptualmente más con El Paso porque históricamente sus estrategias se habían desenvuelto utilizando o desprendiéndose del franquismo que los contextualiza y yo los estaba citando, aludiendo y plaguiando durante la dictadura de Pinochet, en un momento donde nadie imaginaba que vivíamos sus últimos años en el poder.

Pero para mí no bastaba con pintar  y clavar directamente al muro esos papeles turbulentamente construidos, había que desmontarlos con la misma violencia y vehemencia, rasgándolos hasta terminar todos ellos en el suelo de la galería como detrito artístico. No lo sabía entonces pero estaba sólo a un paso de terminar, tarde o temprano, alojado en el Barrio de San Pedro.

La otra parte de la historia, se remonta a fines de los años ochenta, durante la vigésima bienal de Sao Paulo.

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