pero aún quedaba retornar al pueblo de morille. cargar la pala, la picota y la lámpara tenía una exigencia parecida aunque no igual al de la vigilia. mientras caminaba recordaba lo que fernando castro florez me habia contado en madrid: de como algunos, tras bajar de peso, lo creian un hermano gemelo de sí mismo. el unico espejo que tenia a esa hora era mi sombra proyectada en un camino de tierra. una ruta que a esa hora se me hacía tan larga como la sombra extendida en ella. y lo que veia no era mi silueta sino la de cagon en el papel de un enterrador a las puertas (no sólo) de morille. arte o muerte.
sábado, 2 de junio de 2012
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