
Pero más sabios fueron nuestros antepasados que las apreciaron por su exquisito hígado. En los ejemplares cebados alcanza gran tamaño e, incluso después de extraído, crece también en una mezcla de leche y miel. No sin motivo se discute quién fue el descubridor de un bien tan grande, Escipión Metelo, consular, o Marco Sejo, caballero romano, contemporáneo suyo. Pero, de lo que hay constancia es de que Mesalino Cota, hijo del orador Mesala, tuvo la idea de tostar las palmas de los pies de estas aves y aderezarlas en una fuente con crestas de gallo; sin duda con absoluta honestidad podría atribuir la palma culinaria a cualquiera de ellos.
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