sábado, 21 de enero de 2012

De un burro y de una yegua nace una mula en el mes decimotercero, animal excepcional por su fuerza en trabajo.



Para estos cruces eligen yeguas mayores de cuatro y menores de diez; dicen que las dos especies se apartan una de la otra si en la infancia no han bebido leche de la otra especie con la que se van a aparear. Por esta razón ponen los borriqueros, robados a sus madres en la oscuridad, a las ubres de las yeguas y los potrillos a las de las burras. Nace también mula del cruce de caballo y burra, pero rebelde y de una lentitud imposible de educar. Todo es lento para los anima­les viejos. El apareamiento de una yegua con un bu­rro después de haber engendrado un caballo acaba en aborto, no sucede lo mismo si es el caballo el que sigue al bu­rro. Se ha observado que las hembras se quedan preñadas más fácilmente el séptimo día después del parto, que los machos las dejan preñadas con más facilidad cuando están can­sados. A la hembra que no ha concebido antes de que se le caigan los dientes que llaman pullini, se la considera esté­ril, y también a la que no ha empezado a procrear con el pri­mer apareamiento. Los antiguos llamaban a los machos nacidos de caballo y burra hinnulos y, en cambio, mulos a los que engendraban burros y yeguas. Se ha observado que de dos especies distintas nacen hijos de una tercera espe­cie y que no se parecen a ninguno de los padres, y que los que han nacido así no procrean en ninguna especie animal; por esta razón no paren las mulas. En nuestros Anales figura a menudo que han parido, pero se considera un prodigio. Teofrasto cuenta que las mulas paren corrientemente en Capadocia, pero que allí es un animal de una especie práctica.

(PLINIO EL VIEJO. Historia Natural, 8, 168 - 173. [Traducción de Susana González Marín])

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