Eran
tiempos de la Guerra Fría y Ramón Vergara Grez estaba asombrado y atemorizado
con el poder de la energía nuclear y la carrera espacial. Había comprado la que
sería su residencia definitiva en la calle Lorenzo de Médicis. Será en esta
residencia, ubicada en la comuna de Las Condes, donde realiza un mural donde alegorizó
sus temores ante la amenaza de una guerra nuclear. Vergara Grez embargado en
sus imágenes y ansiedades estéticas decidió, en un estricto geometrismo de
reminiscencias andinas, disponer tres naves espaciales en los muros que unen la
sala de estar al comedor de su hogar. Desde entonces, cambió numerosas veces la
cromaticidad de la estructura gráfica del mural, alteraciones producto de sus
estados de ánimo metafísicos al respecto. Estos cambios aparentemente
caprichosos eran consecuencia de su reflexión sobre la libertad que debe tener
el artista para alterar la propia obra hasta encontrar la forma apropiada que,
en realidad, sólo dejará formalmente de mutar cuando su autor deje de existir
físicamente. Esta
interpretación trascendentalista del quehacer artístico, ensayada por el pintor
nortino constantemente en su mural, era complementada con la búsqueda de una
geometría personal que, sin ignorar los órdenes abstractos impuestos por las
vanguardias, fuera en realidad síntoma del capital cultural andino. Así, mientras
insistía en la conformación militante de agrupaciones artísticas en torno a lo
geométrico, su obra paradójicamente se distanciaba de cualquier lectura
ortodoxa del arte geométrico. Su mural plagado de naves espaciales lo documenta,
desconcertando a las miradas puristas pero albergando lo que Vergara Grez
denominaría Geometría Andina.
domingo, 13 de mayo de 2012
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