viernes, 25 de mayo de 2012
EL PLACER INTENSO CON LA ANGUSTIA
Si la prohibición entra en juego plenamente, es difícil. La prohibición fue por adelantado algo conveniente para la ciencia: alejaba su objeto —lo prohibido— de nuestra conciencia, arrebataba al mismo tiempo de nuestra conciencia —al menos a la conciencia clara— el movimiento de pavor cuya consecuencia era la prohibición. Pero el rechazo del objeto perturbador, así como de la perturbación, fue necesario para la claridad —que nada perturbaba— del mundo de la actividad, del mundo objetivo. Sin lo prohibido, sin la primacía de la prohibición, el hombre no habría podido alcanzar la conciencia clara y distinta sobre la cual se fundó la ciencia. La prohibición elimina la violencia, y nuestros movimientos de violencia (y entre ellos los que responden al impulso sexual) destruyen en nosotros el tranquilo ordenamiento sin el cual es inconcebible la conciencia humana.
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