martes, 1 de mayo de 2012

DESDE EL TERCER UMBRAL AL | :: salonKritik :: |


Si esos tres personajes que se alternan detrás de un muro atravesado por un pequeñísimo orificio fueran presos o lo estuvieran… Y cuando digo presos entiéndaseme bien, me refiero a encarcelados, tras las rejas, despojados de sí mismos y del mundo… quizás nos encontraríamos ante aquella única creación cinematográfica de Jean Genet: Un chant d’amour.
Pero no, estos no son aquellos.
Y sin embargo, ¿os acordáis de aquellas imágenes? Esos dos presos presas a su vez del deseo. Un deseo tan potente que atraviesa el muro y sale expulsado en forma de humo a través de un pequeño orificio que atraviesa la pared que divide las celdas. Y el policía voyeur que ejercita el poder del ojo o de la violencia que viene a ser lo mismo.
Seguro recuerdan aquellas poderosas imágenes: el ramillete de flores balanceado por una cuerda de una ventana a otra por fuera de los muros de la cárcel; aquél deseo inmenso a punto de explotar, latente bajo las telas burdas de los trajes de los presos; la pajita, el pitillo o el popote (como lo queráis llamar) que expulsa el humo del cigarrillo o la expresión del deseo como prolongación del cuerpo ausente, quizás metáfora del efluvio sexual y seguro también recuerdan el cañón de la pistola del policía en la boca del condenado: la manifestación de impotencia de quien –a pesar de la fuerza y aunque para él no haya muros infranqueables- no consigue participar en los juegos del deseo, la plenitud no lo alcanza."Un chant d’amour / pequeño homenaje a los hallazgos – María Virginia Jaua"

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