domingo, 1 de abril de 2012

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Todos los domingos visito el Museo Histórico Nacional. Es un hábito de décadas. Me gusta ir al antiguo Palacio de la Real Audiencia, donde está ubicado el museo, para contemplar las obras de José Gil de Castro. El padre del arte chileno, según mi parecer. Muy de vez en cuando, caminando hacia las pinturas del Mulato, he podido encontrarme con la bandera donde se juro la independencia de Chile. Un emblema que fue sustraído en 1980 por el Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR) en protesta contra la dictadura militar y devuelto 23 años después en demanda de información sobre los detenidos desaparecidos[1]. Señalo esto porque el ir periódicamente a visitar a Gil de Castro al lugar donde fue sustraída dicha bandera, nutre mi imaginación de artista con un sinfín de asociaciones que operan sobre como a la cultura en Chile se le asigna un papel secundario, dependiente de lo que se supone primordial: la historia del Estado[2]. Este es una de las razones por la que considero al arte chileno neopompier. Asocio estas ideas porque en mi interés por Gil de Castro y esta bandera se suceden sin pretenderlo vivencias y recuerdos comunes que me remontan a la niñez en la YMCA. Fue la época cuando me di cuenta de manera inmediata y directa lo precario de nuestro coleccionismo salvo el golpe de vista que la obra pictórica de Gil de Castro me produjo, intuyendo que detrás del manejo retorico y simbólico de su galería de notables se encuentra nuestra pregunta de sentido. En uno de esos días, sumergido en lo que ocurría en los museos locales, fue cuando me sorprendió ver en la prensa la fotografía del orientador de la sede de la Asociación Cristiana de Jóvenes, el mismo que me enseño a andar en skyteboard, acusado de robar la bandera tras ser detenido (y torturado) por los servicios de seguridad[3][4]. Rememorar estos momentos infanto-juveniles, enmarcados en la vida chilena durante los años del pinochetismo y deformados por la bruma del tiempo, lleva a no obviar las reglas aristotelicas de asociación de ideas mientras recorro parte de los ochenta retratos donde Gil de Castro documento los parajes y recovecos de una memoria en espera.


[1] Gomez, V y Villagra, P. La bandera que se robo el MIR. En: The Clinic, n.118, jueves 11 de diciembre, 2003. pp. 9-11. http://www.theclinic.cl/2011/10/09/la-bandera-que-se-robo-el-mir/

[2] Jocelyn-Holt Letelier, Alfredo. El peso de la noche. Nuestra frágil fortaleza histórica. Santiago, Chile, Planeta, 1997. pp. 65.

[3] Alejandra Matus. Donde estuvo la bandera robada. En: Los casos de los archivos del Cardenal. http://www.casosvicaria.udp.cl/donde-estuvo-la-bandera-robada/4/

[4] El robo de la banderas fue un hecho simbólico. En: Lider de San Antonio, año IX , Nro. 4414, Lunes 22 de diciembre de 2003. http://www.lidersanantonio.cl/site/edic/20031221221628/pags/20031222000422.html

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