martes, 3 de abril de 2012
“La conquista de la ubicuidad”
"¡Vete! Cara serpiente, de tu cándida raza
nada quiero...y me enlazo ¡oh ser vertiginoso!
Césame de prestar esa urdimbre de nudos
y tu fidelidad que me adivina, y huye...
¡Allí mi alma se basta, ornamento de ruina!
Ella sabe, en mi sombra, aventando tormentas,
de mi seno, en la noche, morder las bellas rocas:
tenaz, allí, ella mana la leche del ensueño...
Deja, pues, desfallezca, brazo de pedrería
que amenaza de amor mi suerte espiritual...
Nada sobre mí puedes que no sea menos cruel
ni menos deseable...Calma, pues, esas ondas,
aplaca remolinos, y promesas inmundas...
Mi sorpresa se abrevia, y mis ojos se abren,
no me esperaba menos de mis ricos desiertos
que tal engendro único de furor retorcido:
su fondo apasionado brilla de sequedad
por lejos que me interne o mi mirada extreme
de mi pensante infierno, confín sin esperanzas...
Yo sé...Mi lasitud es cual teatro, a veces.
No es tan puro el espíritu que jamás el idólatra
con fuga solitaria en impulsos de llama
haga huir las paredes de lúgubre tumba.
Todo puede nacer de una espera infinita.
Hasta la misma sombra cede a cierta agonía,
se entreabre el alma avara, y se pasma ante el monstruo
retorcido en la linde de una puerta de fuego...
Pero, por caprichoso y urgido que parezcas,
reptil, ¡oh! vivas curvas de caricias bruñidas
de impaciencia tan súbita y pesadez tan lánguida
¡qué eres tú, en mi noche morosamente eterna?
Tú contemplas, dormida, mi bella negligencia...
Mas con todos mis riesgos, la inteligencia tengo,
más versátil y pérfida, ¡oh, Tirso! que ellos mismos.
¡Húyeme! y la vil baba ata al negro retorno,
busca dormidos ojos para tus graves danzas,
vierte sobre otros lechos tus vestes sucesivas,
incuba en otros pechos de sus males el germen,
y tras de los anillos de tu sueño animal
¡hasta el alba sofoques a la inocencia ansiosa!...
Yo, yo vigilo, y salgo pálida y prodigiosa,
toda mojada en lágrimas que nunca derramé,
de una ausencia de bordes mortales, arrullados
por solo ella...Rompiendo una tumba serena
asomada a mí misma, inquieta, soberana:
puesto que mis visiones entre el ojo y la noche,
su mudeza más mínima, a mi orgullo consultan."
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