viernes, 7 de noviembre de 2014

Romería por Romera


En uno de los trasnoches en el Cat Vintages’s,  tuvimos la idea con Miguel Romera DjDeleuze de realizar una road movie en clave de peregrinación. Todo comenzó cuando le conté la historia de Inés Suárez, la conquistadora española que llegó al fin del mundo en busca de su esposo y que tomó parte de la fundación de Santiago de la Nueva Extremadura. La historiografía señala que fue en el Cusco donde la plasenciana Suárez descubrió que era viuda, se hizo amante de Pedro de Valdivia (un hidalgo casado) y cómo juntos emprendieron la expedición a las tierras de Chile. También hubo tiempo en la discoteca madrileña para contar a Romera lo bien documentada que estaba la sanción de las autoridades de la época por el notorio carácter público de esta relación extramarital. Ante el entusiasmo de mi amigo, terminé el relato señalando que Inés, principalmente, es recordada en mi país por su arrebato ante una revuelta indígena (liderada por el cacique Michimalonco) donde decapitó a los caciques cautivos de la zona y arrojó sus cabezas fuera de la ciudadela. En una recurrente fecha para la historia de Chile, el 11 de septiembre de 1541. Cuando la ciudad de Santiago fue destruída y su acta de fundación quemada. En todo esto hubo una mezcla de amor, intrigas, gore y coincidencias que no podíamos eludir. Así que acordamos hacer una “romería”, en su acepción de peregrinación y como juego lingüístico del apellido Romera. Fue el momento cuando el nombre antroponímico de mi amigo se reveló peripatético y la identificación formal en un desestabilizador y cambiante pensum. La ruta de la "romería por Romera", que Miguel tituló "Buscando a Lupita y encontrarme con Carolina", sería un peregrinaje a pie que yo debería realizar en Chile en su nombre, recorriendo tres hitos de la vida de Inés Suarez. Lo particular al llegar a cada lugar, no sólo era celebrar los acontecimientos históricos de estos centros de la geografía sacra del valle aconcaguino, también era la oportunidad para realizar la siguiente plegaria, a propósito de las Lupita y Carolina aludidas por Miguel: “Permítele, Señor, a Romera que tenga la mera ocasión de poderla(s) conocer. Lo de que él le guste a ella no te lo pide. Sólo poderla(s) ver”. Aquí, la oración se convirtió en un esfuerzo de comunicación psicogeográfica. Y el recorrido “en representación”, por el ambiente urbano de extrema pobreza y riqueza de una ciudad latinoamericana, supuso una ocasión para exorcizar los pensamientos acomodaticios, los comportamientos estereotipados y las emociones condicionadas por el ordo amoris mediático.

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