En uno de los trasnoches en
el Cat Vintages’s, tuvimos
la idea con Miguel Romera DjDeleuze de realizar una road
movie en
clave de peregrinación. Todo comenzó cuando le conté la historia de Inés
Suárez, la conquistadora española que llegó al fin del mundo en busca de su
esposo y que tomó parte de la fundación de Santiago de la Nueva Extremadura. La historiografía señala que fue en
el Cusco donde la plasenciana Suárez descubrió que era viuda, se hizo amante de
Pedro de Valdivia (un hidalgo casado) y cómo juntos emprendieron la expedición
a las tierras de Chile. También hubo tiempo en la discoteca madrileña para
contar a Romera lo bien documentada que estaba la sanción de las autoridades de
la época por el notorio carácter público de esta relación extramarital. Ante el entusiasmo de mi amigo,
terminé el relato señalando que Inés, principalmente, es recordada en mi país
por su arrebato ante una revuelta indígena (liderada por el cacique Michimalonco) donde decapitó a los caciques
cautivos de la zona y arrojó sus cabezas fuera de la ciudadela. En una
recurrente fecha para la historia de Chile, el 11 de septiembre de 1541. Cuando
la ciudad de Santiago fue destruída y su acta de fundación quemada. En todo esto hubo una mezcla de
amor, intrigas, gore y coincidencias que no
podíamos eludir. Así que acordamos hacer una “romería”, en su acepción de
peregrinación y como juego lingüístico del apellido Romera. Fue el momento
cuando el nombre antroponímico de mi amigo se reveló peripatético y la
identificación formal en un desestabilizador y cambiante pensum. La ruta de la "romería por Romera", que Miguel
tituló "Buscando a Lupita y encontrarme con Carolina",
sería un peregrinaje a pie que yo debería realizar en Chile en su nombre, recorriendo
tres hitos de la vida de Inés Suarez. Lo particular al llegar a cada
lugar, no sólo era celebrar los acontecimientos históricos de estos centros de la geografía sacra del valle aconcaguino, también era la oportunidad para
realizar la siguiente plegaria, a propósito de las Lupita y Carolina
aludidas por Miguel: “Permítele,
Señor, a Romera que tenga la mera ocasión de poderla(s) conocer. Lo de que él
le guste a ella no te lo pide. Sólo poderla(s) ver”. Aquí, la oración se convirtió
en un esfuerzo de comunicación psicogeográfica. Y el recorrido “en representación”,
por el ambiente urbano de extrema pobreza y riqueza de una ciudad
latinoamericana, supuso una ocasión para exorcizar los pensamientos acomodaticios,
los comportamientos estereotipados y las emociones condicionadas por el ordo amoris mediático.
viernes, 7 de noviembre de 2014
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