sábado, 1 de noviembre de 2014

Money (That's What I Want)




Que Chile sea la economía mejor evaluada de la región, en gran medida por contar con una política de apertura económica internacional basada en acuerdos comerciales con medio centenar de países, entre ellos Estados Unidos, China y los de la Unión Europea, no significa nada para el arte. Muchos artistas desean huir de las crisis políticas, económicas y sociales de sus países de origen y recalar en la tierra de Neruda, Huidobro, Jorodowsky, los Parra, Víctor Jara, Bolaños y la Mistral pero ignoran que sólo tienen futuro los profesionales provenientes del área minera y energética. No sólo las estadísticas lo señalan. Me extendería en los por qué, pero tiendo a deprimirme. Sólo señalaré que provengo de una sociedad que no es igualitaria, donde todo cuesta, desconfiada de la sociedad de bienestar, porque ni la universidad ni el sistema de salud es gratuito, tampoco hay subsidios laborales. En un lugar así, para el Estado, los gobiernos de turno y el empresariado (que dispone de otros estímulos tributarios mediante el deporte y los partidos políticos) el arte es algo que no tiene mucho sentido. Hasta un simpatizante antisistema se inquieta cuando te la das de artista, porque para militancias y propagandas políticas tampoco eres útil. Puede leerse como una exageración para alguien no nacido, criado y educado en un régimen neoliberal ortodoxo. Y esta realidad es la principal diferencia cultural que me distancia de mis colegas de otras latitudes cercanas, lejanas o remotas. Incluso de mis colegas chilenos que mantienen las apariencias de un mundo del arte inviable, sin negociación cultural con las fallas estructurales del país. Al igual que en algún país islámico, del bloque chino o africano, pero por razones muy diferentes. Obviamente, Friburgo 3334 debía poner ritmo al asunto.

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