viernes, 31 de octubre de 2014

Un silencio con bajo índice de refracción





Hace unos días, Domingó me preguntó por Skype en qué he andado desde que desaparecí. Entre otras cosas, comenté que llevaba más de un año en terreno entre arqueólogos, etnoantropólogos, conservadores y musicólogos, ampliando mis conocimientos sobre la invisibilidad occidental y la que existía antes de que ésta llegara al continente americano. Una experiencia transdisciplinar única donde he aprendido sobre la insuficiencia del nombrar ante muestras culturales difíciles de catalogar (siguiendo registros conocidos), hasta el escudriñamiento de comportamientos ancestrales en aspectos imperceptibles de huellas, que no aspiran a ser tesoros. Por ello me sentí motivado a exhibir en el Museo de Arte Contemporáneo una Obra Invisible, mostrando el abandono de la institucionalidad cultural cuando no hay dinero, literalmente. Fueron dos salas que exhibí sin alterar, tras ser desmontadas las obras de Hirst que auratizaron mediáticamente el lugar que mi invisibilidad debía ocupar, consiguiendo con la manipulación ambiental un cambio en la conducta ante lo exhibido de quienes frecuentan y administran el mundo del arte. Dudo que me vuelvan a invitar, pero creo que el desconcierto exhibido fue una intervención consecuente con mis operaciones "desconcertantes".

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