jueves, 20 de octubre de 2011

Zoltan, el perro vampiro


ZOLTAN, EL MASTÍN DE DRÁCULA y La obra de arte, en cuanto hiperindustrial, establece la sincronía plena de sus flujos expresivos con los flujos de conciencia de millones de seres. En este sentido, se puede sospechar que la noción misma de “patrimonio cultural” ha sido llevada al límite, pues se trata de un patrimonio en vías de su desterritorialización y, en el límite, de su desrealización. Frente a una paisaje tal, las retóricas de museo y las bien inspiradas políticas culturales de los Estados que insisten en lo patrimonial, enmascaran las más de las veces “cartas postales” para el turismo o la propaganda. Tal ha sido la estrategia de ciudades emblemáticas devenidas iconos de la cultura, como Venecia o París (71). De hecho, Francia fue la primera nación democrática en elevar la cultura a rango ministerial en 1959, inaugurando con ello una tendencia que ha sido replicada de manera entusiasta por muchos Estados latinoamericanos como signo inequívoco de una “democracia progresista”. Las tropas rusas, que como es de suponer no creen en absoluto en fantasmas, brujas o Dráculas, despiertan de su aletargado sueño inmemorial al viejo y fiel sirviente del extinto Conde. El muerto-vivo en cuestión se llama Veidt Smit, y tiene ambiciones muy precisas; por ejemplo, revivir el nombre y el poderío de su amo para volver a esparcir la simiente del mal sobre la tierra. Pero no es capaz de hacerlo solo; acostumbrado a obedecer, necesita un maestro, un nuevo Conde. Para ello, acompañado por el salvaje mastín ZOLTAN, viaja a Los Angeles, en busca del último descendiente del clan Drácula, que vive en el exilio, bastante lejos del pasado sanguinoliento de su estirpe, bajo el civilizado nombre de Michael Drake. Smit sabe que Michael no es vampiro ni mucho menos, por lo que apelará a las fauces de ZOLTAN para intentar vampirizarlo. Lástima que el honorable pariente duerme protegido por sus propios perros, que no tardan en ahuyentar al voraz mastín. La persecución que allí se inicia será cruel y encarnizada, y el director Albert Band maneja sus alternativas con mano firme y contundente, y convierte a ZOLTAN y a sus salvajes enemigos alsacianos en animales monstruosos, cuya sola presencia eriza la piel. Además, todo el film está.cargado de abundantes cuotas de un muy sutil humor.

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