lunes, 17 de octubre de 2011
DFAHtÁAOD ata craic
Los pastiches tropicalistas de los pintores Nick Quijano y Ramón Alejandro nos
recuerdan que las entrañas del trópico son una máquina de combustión interna.
Distantes herederos de Turner, Quijano y Alejandro exploran la combustión, no ya como
un desplazamiento de la llama de los motores de la revolución industrial (ver la
intrigante interpretación de Michel Serres sobre Turner) sino como un dinamismo
desatado en la aparente “stasis” de la propia materia orgánica. Pero ese exceso de energía,
claro, es ambivalente. Crea y desgasta la vida: hasta la mejor de las frutas, si no se come
o se cocina a tiempo, se pasa. Digamos, recordando las discusiones de Walter Benjamin
sobre la alegoría barroca, que las frutas de Quijano y de Alejandro apuntan al devenir
del tiempo en la entraña misma de la naturaleza, y por el reverso, que estas pinturas del
exceso caribeño inscriben el devenir histórico como un paisaje natural al borde de la
descomposición. Las pinturas de Quijano y de Alejandro inspiran los fragmentos que
siguen de un tentativo esbozo para historia ecológica de la lengua.
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