Hola, Wendy y adiós -dijo él.
-Ay, ¿te vas?
-Sí.
-¿No crees, Peter -dijo ella vacilando-, que te gustaría decirles algo a mis padres sobre una cuestión muy bonita?
-No.
-¿Sobre mí, Peter?
-No.
La señora Darling llegó a la ventana, pues por el momento estaba vigilando a Wendy estrechamente. Le dijo a Peter que había adoptado a todos los demás chicos y que le gustaría adoptarlo a él también.
-¿Me mandaría a la escuela? -preguntó él taimadamente.
-Sí.
-¿Y luego a una oficina?
-Supongo que sí.
-¿Y pronto sería mayor?
-Muy pronto.
-No quiero ir a la escuela a aprender cosas serias -le dijo con vehemencia-. No quiero ser mayor. Ay, madre de Wendy, ¡qué horror si me despertara y notara que tengo barba!
-¡Peter! -dijo Wendy, siempre consoladora-. Me encantaría verte con barba.
Y la señora Darling le tendió los brazos, pero él la rechazó.
-Atrás, señora, nadie me va a atrapar para convertirme en una persona mayor.
-¿Pero dónde vas a vivir?
-Con Campanilla en la casa que construimos para Wendy. Las hadas la pondrán en lo alto de la copa de los árboles en los que duermen de noche.
-Qué bonito -exclamó Wendy con tanto anhelo que la señora Darling la sujetó firmemente.
-Yo creía que las hadas estaban todas muertas -dijo la señora Darling.
-Siempre hay muchas jóvenes -explicó Wendy, que era ahora toda una experta-, porque, verás, cuando un bebé nuevo se ríe por primera vez nace una nueva hada y como siempre hay bebés nuevos siempre hay hadas nuevas. Viven en nidos en las copas de los árboles y las de color malva son chicos y las de color blanco, chicas, y las de color azul, unas tontuelas que no saben muybien lo que son.
-Lo voy a pasar estupendo -dijo Peter, observando a Wendy.
-Estarás bastante solo por la noche -dijo ella-, cuando te sientes junto al fuego.
-Tendré a Campanilla.
-Pues Campanilla no es que sea mucha ayuda, que digamos -le recordó ella con algo de aspereza.
-¡Chivata! -gritó Campanilla desde el otro lado de la esquina.
-Eso no importa-dijo Peter.
-Oh, Peter, tú sabes que sí importa.
-Pues entonces ven a la casita conmigo.
-¿Puedo, mamá?
-Por supuesto que no. Te tengo otra vez en casa y estoy decidida a conservarte.
-Pero es que le hace tanta falta una madre.
-A ti también, mi amor.
-Oh, está bien -dijo Peter, como si lo hubiera pedido sólo por cortesía, pero la señora Darling vio cómo le temblaba la boca y le hizo esta bella oferta: que Wendy se fuera con él durante una semana todos los años para hacer la limpieza de primavera. Wendy habría preferido algo más permanente y le parecía que la pri mavera iba a tardar mucho en llegar, pero esta promesa hizo que Peter se volviera a poner muy contento. No tenía noción del tiempo y corría tantas aventuras que todo lo que os he contado sobre él no es más que una mínima parte. Supongo que porque Wendy lo sabía, las últimas palabras que le dirigió fueron en tono quejumbroso:
-Peter, ¿verdad que no te olvidarás de mí antes de que llegue la limpieza de primavera?
y por primera vez, incluso contra la voluntad de barrie, peter miró a wendy sin mirar atrás, hacia nunca jamás, y sin dudar le tomo la mano, le miró los ojos, sus labios-dedales y se prometieron ante todos vivir juntos hasta el final de los tiempos.
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