Puesto que ambos timbres de bronce sonaron a la vez. Una campana del mismo material surgió desde el hueco del ascensor, elevandose por encima de sus cabezas. El silencio sepulcral llegó al climax, cuando se elevo tan gigantesca forma por encima de los presentes, y paralizó las sombras que se entrecruzaban en el tiempo.
Los tratados medievales sobre los humores saben de la apetencia de viajes largos que se preparan para el instante enorme. Ese donde la llegada parece aplazarse de forma infinita. Un anhelo que balancea un peso denso, un peso más denso que el plomo y el mercurio juntos. Este se cayó de repente, de forma seca y se cristalizo en algo fragil y transparente.
¿De dónde ha salido esto? cuando llega a esa madurez? existe la hora en la que el pánico y la fiesta se reconocen fraternalmente? Existe, tras una larga separación entre estas rocas metamórficas la duda que hace que se abracen con otos elementos que aún desconocemos, en una especie de levantamiento de presiones revolucionario?
El comerciante no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No Mejora o simplifica su mercancía, sino que se degrada y simplifica al cliente. Como aquella compra puede llegar a sentirse de forma muy dolorosa, se busca a quien mantenga los molares a una buena distancia, donde esa melancolía agonizante se sumerja junto al siluro. Entre empaste y empaste guardan fidelidad.
El sueño ocurre espontáneamente y, por tanto, es peligroso para un sistema de control creado por la falta de soñadores. Regis Lexter, un hombre menudo con un bigote fuerte, sostiene un periodico con un suplemento dominical aún en el plastico. En aquella consulta no hay ni un sólo día de descanso. Sostiene un paraguas que parece sujetarle al suelo. Debajo de aquellas gafas se ve el reflejo de la página que quiere pasar, y parece estar cerca, puede que ya ni siquiera necesite seguir allí plantado, ha quedado una silla libre y el hilo musical ha vuelto a sonar de forma suave, esa música parece que atrae a los clientes a través del hueco del ascensor y sus ondas se pegan entre sí rebotando desde la ventana.
Me refiero al inconfundible sonido de Benarés. En ese instante, cuando la primera onda llega al oido de los que allí esperan, la mujer de la recepción, se acercó a Mr. Li, como le gustaba que le llamasen: - Creí que usted estaba leyendo de forma inconsciente. Ahora ya se a lo que ha venido. Lo empece a sospechar cuando ví sus guantes de ante a juego con su bufanda y su parasol. No se preocupe, su secreto está a salvo. Pase cuando la luz se ponga en color verde. Mientras tanto, por favor deje sus carretes en el hueco Kodak. Para aquel hombre, las fiestas de alegría, como los incendios se sucederían en una escalada radical y galopante. Toda su vida había seguido una serie de instrucciones que no acababa de entender, ni de cuestionarse. Incluso antes de pasar de una sala a otra, de un estado a otro. Hoy le tocaba que le sacasen la muela del juicio.
Una vez que se instalaste allí, en aquella nueva sala junto a aquel grupo extranho de trabajo, estaría velado para siempre. Como aquel lenguaje, como lo está el pasado, y además es futuro, como lo es el silencio