"Broma periodística hace reír a Santiago", se leía en la portada del diario Las Ultimas Noticias del 23 de abril de 1952. En la foto que ilustraba la nota, cinco santiaguinos de traje, corbata y pelo engominado miraban encandilados una vitrina en el Paseo Ahumada, donde estaba dispuesta una cartulina con recortes de diarios que formaban noticias absolutamente improbables. Se leía: "Profesor universitario afirma que es absurdo pensar", o "Vaca perdida aclara su actitud frente a vaca encontrada". Sí era una broma, pero bastante más que eso. Antecedente prehistórico del arte conceptual en Chile, según Nicanor Parra los Quebrantahuesos eran "pinchazos a la médula".
Hoy legendarios, los Quebrantahuesos fueron una creación colectiva de Parra y sus discípulos veinteañeros, Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky. Por varios meses de 1952, semana a semana, fueron colgados en el Paseo Ahumada y en la calle Bandera, frente a los Tribunales de Justicia. Ideados por Parra en los albores de la antipoesía, en 1975 tuvieron una segunda vida al ser impresos en Manuscritos, la revista del Departamento de Estudios Humanísticos de la U. de Chile, que los situó como un referente de la estética de la vanguardia de los 70.
Arrancan los 50 y aunque Pablo Neruda está en el exilio, la escena literaria chilena se mueve bajo sus códigos y mandatos. Pura solemnidad. Parra volvía de Inglaterra y ya tenía prácticamente listos Poemas y antipoemas (1954). Venía a abrir ventanas y puertas. "Parra fue la alegría. Trajo el intelecto, el humor, fue una explosión", dice Jodorowsky desde París, y cuenta que junto a Lihn empezaron a frecuentarlo.
Lo seguían a un bar cerca de la iglesia San Francisco o a su casa, donde según Lihn jamás se detenía una "praxis poética de trabajos verbales". Parra, por ejemplo, celebraría como poesía una frase de su hija Catalina, de 6 años: "Un pez que nada en sus propias aguas". En ese contexto, apareció un día con la idea y el nombre de los Quebrantahuesos: collages hechos a partir de noticias de los diarios que creaban un universo noticioso paralelo, hilarante, absurdo y poético.
Bajo la tutela de Parra, Lihn, Jodorowsky y un grupo que incluía a Jorge Berti, Roberto Humeres, Luis Oyarzún y Jorge Sanhueza, se armaban los textos. Cada uno buscaba sus recortes y, según Jodorowsky, era él quien tomaba las tijeras y la colafría y los pegaba en la cartulina. Luego, iban a la vitrina del restaurante Naturista o a la calle Bandera .
Y funcionaban. Uno de los números provocó que el público se riera de un carabinero que pasaba por el lugar ante la frase "Carabinero se tragó su lapicera". Indignado, el uniformado detuvo a Berti y se llevó el Quebrantahuesos. "En la comisaría", contó Lihn, "el oficial de guardia se murió de la risa con el cuerpo del delito, y desde esa comisaría nos llegaban colaboraciones".
"Teníamos 20 años, qué nos íbamos a dar cuenta que durarían tanto. A nosotros con Lihn qué nos importaba, era una gran diversión", dice Jorodowsky, que recuerda que Parra veía algo más en los Quebrantahuesos: los guardó.
Parra veía una subversión radical. "Lo que lográbamos en el Quebrantahuesos era poner en tela de juicio las leyes del funcionamiento del lenguaje y del espíritu. La fuerza que hay en algunos textos no tiene nada que ver con lo que ordinariamente se llama logos: son pinchazos a la médula", dijo en 1990. Agregó algo más personal: "Cuando me siento muy abatido y me doy cuenta de que no estoy en condiciones de ver más allá de mi nariz, vuelvo al Quebrantahuesos".
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