sábado, 27 de mayo de 2017

La devaluación de la democracia es cosa muy seria. No creo que sea cosa de latinoamericanos solamente el dedicarnos al arte político de manera obsesiva, el "arte por el arte" parece cosa de lugares remotos donde el ingreso per cápita es alto o tal vez, el arte político en dichos lugares, parece cosa de niños. Es un asunto de logística lo que alimenta mis sesgos. El punto no es esta querella, que redacto de puro envidioso con el primer mundo, sino la naturalización del desprecio por la política por parte de los mismos políticos y una ciudadanía con hambre autoritaria. Son malos tiempos para el arte. Los más optimistas dirán que hubieron peores, pero les enrostraría el epitafio de Duchamp: "los que se mueren son los otros". A todo, esto, a manera de colofón, leí con pavor que mi país sería uno de los once en el mundo que no sería afectado por una guerra nuclear, de manera inmediata, lo que significa que ahora subirá más el costo de la vida acá. Suena a chiste pero los neoliberales hacen negocio con todo, siendo las especulaciones su magma natural. Si caminas por un mercado, verás a gente pobre vendiendo comida podrida o desechos dando a entender que hay gente más pobre que compra lo que otros botan. O indigentes durmiendo, protegiéndose del frío entre los mismos desechos de donde se alimentan. A escasos metros de eventos hipsters. Lo que demuestra que el neoliberalismo acá no es sólo un modelo económico, sino una cultura. Para los incautos del mundo post-apocalíptico, Chile lidera el ranking mundial de desigualdad según la OCDE.


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