Una manhana fria, los peldanhos que no existen me los invento.
El balance de estos cinco anhos pasados pasa rapidamente por mi mente mientras me tomo un tazón de crispis. El esqueleto entre la cal y el sílice y la ceniza de la cobardía, la servidumbre de la carne en voz,
en el ala, del hueso que está a punto de ser flauta, y el cerebro de ser panal o mimbre junto a los violines del gusano, la melodía en flor de la carcoma, el pétalo roído y cristalino, el diente de oro en el osario vivo,
y las olas y el viento con el incienso de la marejada y la salinidad de alta marea, la liturgia abisal del cuerpo en la hora de la supremacía de un destello, de una bóveda en llama sin espacio con la putrefacción que es amor puro, donde la muerte ya no tiene nombre...
(PC: 362-363)
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