lunes, 3 de marzo de 2014

soy un cerdo de teatro, buen lector y me quiero quedar asi

En la década de los años 80 del siglo XVIII destacó uno por encima de todos los demás. Era un cerdo llamado ‘Toby’ y que había sido comprado por Samuel Bisset en 1782 por el precio de tres chelines. A lo largo de casi dos años se dedicó a amaestrarlo para que el animal realizase números circenses que dejasen boquiabiertos a los asistentes. El señor Bisset tenía experiencia en este tipo de espectáculos, debido a que llevaba unos cuantos años dedicándose a montar representaciones, con un grupo de animales que hacían las delicias de todo tipo de público, en su Dublín natal. En realidad su profesión era la de zapatero, la cual abandonó un día cansado de no ganar suficiente dinero para llevar una vida acomodada, por lo que se lió la manta a la cabeza y decidió montar un espectáculo con animales amaestrados por él mismo, gracias a la habilidad innata que tenía para tratar a éstos. Consiguió que el cerdo Toby fuese capaz de inclinarse para rendir pleitesía a los asistentes, deletrear nombres y palabras utilizando unas letras escritas en unas tablillas, señalar las personas casadas y las solteras que se encontraban entre el público e incluso realizar operaciones matemáticas. Pronto comenzó a ser conocido como ‘wonder pig’ (el cerdo maravilla) y 'learned pig' (el cerdo ilustrado). [Te puede interesar: El hombre que se enriqueció con los monstruos] Cartel anunciando el espectáculo del curioso e ilustrado cerdo Toby (Wikimedia commons)Pero la ambición de Bisset fue más allá y en 1784 decidió dar el gran paso y viajar hasta Inglaterra, donde quería hacer debutar a su prodigioso cerdo frente al distinguido público de Londres. Antes de su partida hacia Inglaterra quiso hacer unas cuantas representaciones en distintos distritos de Dublín, pero con el problema de que no había pedido el consabido permiso para ello a las autoridades locales, encontrándose que recibió la inesperada visita de un policía que le propinó una brutal paliza a modo de advertencia, al mismo tiempo que intentó agredir al inocente animal. Samuel Bisset ya contaba por aquel entonces con 63 años y los fuertes golpes dejaron en él unas secuelas de las que no terminaría de recuperarse. Pocas semanas después, tras viajar a Inglaterra y llegar a Chester, empezó a encontrarse mal y murió a consecuencia de las lesiones. Tras el fallecimiento de Bisset, un empresario teatral apellidado Nicholson se hizo cargo de los animales y decidió incorporarlos a su espectáculo, con el que recorrió a lo largo de un año un gran número de poblaciones y haciendo su debut en Londres el 16 de febrero de 1785. Un hecho que fue anunciado como singular en los periódicos locales, los cuales hablaban mil maravillas de los prodigios del cerdo sabio, como también era conocido el animal. Fue tal el éxito que alcanzó Toby que llegó a eclipsar a los artistas humanos que trabajaban en el espectáculo circense, plantándose algunos y dándo a elegir al empresario entre el cerdo o ellos. Como es de esperar, el Sr. Nicholson se quedó con el animal. [Te puede interesar: La elefanta a la que condenaron a morir electrocutada] Los teatros donde actuaba Toby se llenaban hasta los topes y a lo largo de casi dos años mantuvo el cartel de completo en todas sus representaciones, tanto en la capital británica como en todas las poblaciones que visitó durante una larga gira. El gran momento llegó en el invierno de 1786, cuando llegó una suculenta oferta para viajar hasta Francia y realizar una exitosa gira. Según publicaron las crónicas de la época, Toby, el cerdo ilustrado, ganó mucho más dinero que cualquier otro actor o actriz de su tiempo. Evidentemente toda aquella fortuna no fue a parar al animal, sino a su astuto propietario, quien había sabido rentabilizar al máximo lo empezado años atrás por Samuel Bisset. No se sabe a ciencia cierta cuál fue, ni cuándo, el final del famoso cerdo, ya que en los siguientes años empezaron a surgir diferentes cerdos ilustrados en múltiples puntos del país e incluso en los Estados Unidos, llevando todos el mismo nombre de Toby, como si de una franquicia se tratase. A lo largo de unas cuantas décadas más se siguió explotando este tipo de negocio, hasta que, a mediados del siglo XIX, las corrientes intelectuales de la época comenzaron a criticar este tipo de espectáculo, señalándolo como algo burdo, de mal gusto y para un público inculto. Tal y como apareció, con el tiempo desapareció y quedó en el olvido, para pasar a unos espectáculos circenses más elegantes y con otro tipo de animales. Fuentes de consulta: perthshirediary / Pyg: The Memoirs of a Learned Pig de Russell Potter

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