viernes, 14 de marzo de 2014
desequilibrados, desgraciados, fuerza bruta, la misma postura
Dolor y Voluptuosidad, La flagelacion
by lilith
La flagelación
Se sabe desde siempre que la flagelación pasiva y benigna puede provocar la eyaculación.
«Es probable —escribió Meibomio en su célebre obra— que la flagelación proporcione a las partes relajadas y frías una conmoción violenta, una irritación voluptuosa que las inflama y se propala al semen… [La flagelación] ofrece al hombre libidinoso que buscaba en vano el placer, el medio de consumar el acto de la reproducción a pesar de la propia naturaleza, y el de multiplicar sus goces criminales más allá de los límites que ésta ha asignado a sus fuerzas.»
En un estilo más sensual que médico, Sade escribe:
«El dolor de las partes fustigadas sutiliza y precipita la sangre con más abundancia, atrae al espíritu y proporcionando a los órganos reproductores un calor excesivo y, por último, ofrece al ser libidinoso que busca el placer, el medio de consumar el acto de libertinaje a pesar de la propia naturaleza y de multiplicar sus goces impúdicos más allá de los límites de esta naturaleza madrastra» (Juliette, II, p. 107). A eso se le llama plagiar con gracia…
En tiempos del marqués, tanto la corte como el pueblo practicaban la flagelación. Existían escuelas de fustigación, y no había un solo burdel que careciera de látigos y disciplinas. Fanny Hill sabía el modo de obtener una inyección balsámica
y Madame Dodo se había especializado en azotar a las parejas a domicilio. En el duodécimo diálogo de los Tableaux des Moeurs du Temps, esta última se expresa en los siguientes términos:
«Le quité lo más rápido que pude la camisa y todos los refajos, y descubrí su culo moreno, grande y firme. En seguida me di cuenta, tanto por sus movimientos como por sus palabras, de que conocía el tema. La azoté con todas mis fuerzas; luego coloqué junto a ella, en la misma postura, al señor, al que también azoté con todas mis fuerzas. Cuando acabé, se echaron en la cama, corrieron las cortinas y les dejé. Más tarde volví, y me pagaron bien…»
El Ducutiana, que Petronio hubiera aprobado, también es muy formal respecto a las voluptuosas aportaciones del látigo o el manojo de ortigas:
A una mujer melancólica,
por falta de ocupación,
frotadle el culo con una ortiga
y rebosará de pasión.
Estos ejemplos no son únicamente literarios. Todavía hoy, la «educación inglesa» cuenta con adeptos, y abundan las llamadas casas de masajes, que satisfacen a un inmenso rebaño de impotentes e individuos hastiados. Sin embargo, insistimos en que no se trata de maníacos o desequilibrados, sino de desgraciados que buscan un apaciguamiento sensorial. La autoflagelación femenina es muchísimo más rara. En la historia, ya clásica, de Florrie, Havelock Ellis señala que el latigo se convierte en fetiche en tanto que sustitutivo del pene y representacion idealizada de la fuerza bruta.
En la foto
Francesco del Cairo:
Herodíades. Museo de Vicenza. Destacan
en el cuadro el éxtasis sensual y la
expresión histérica. (Foto: A. Vajenti.)
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