lunes, 3 de marzo de 2014
Acabo de leer la conferencia de Fernando, que no quería leer porque la estuve oyendo en el Párraga, cerca de un plato de limones , hielos y un camarero con corbata color salmón, apoyados en una barra, bebiendo unos whiskies Chivas Regal. No había cinco, realmente sólo éramos tres, los que comenzamos hace casi dos años. Ese es el sentimiento de los viajeros artistas que se desplazaron a ver su propio mosaico. El director se esfumo desde el primer instante, 38 y medio de fiebre nos dijo varias veces que tenia, quisimos darle la tranquilidad de montar las obras y, para que no le subiera el calor a otras sus partes, nos llevamos las obras al día siguiente. No importa la verdad, sólo importa que parezca verdad. Nos llevamos todo porque no hay manera de chocar con nada y menos con la sensación de miseria que habitaba en las azoteas y la idea victimera del artista llegado a director rector que se raya con gestos febriles. No quiero tener amigos, más de los que tengo. Suelo ser muy vital cada vez que estoy trabajando, me gusta ser colaborador y creo en el viaje constante. Es algo fundamental en grupos pequeños, activar los recursos cuando se desplazan y se internan en suelo enemigo por supervivencia.
La obra de un gran amigo, Javier Utray, regalo que guardo en el bajo cubierta de mi casa, "me han robado los cuadros, me han dejado los marcos" esa es la sensación.
¿Qué ocurre hoy que la gente no cree en nada? teniéndolo todo. Nadie espera que uno sea perfecto. Llevo treinta años trabajando…para que todo parezca incomprensible. Llevarse bien ¿con quién?, llevarse bien con la obra ya es difícil, no te quita el dolor de estomago. No hay sangre “pa na”, ojala se petrifique y las morcillas… con un vaso de vino
Es una película fácil de ver; pero toda ella vetada por los tópicos que nos acompañan, las tendencias son más duras que la propia película. Nos ha gustado hacer como el que tira del hilo y se acerca a ciegas al mundo caótico de los sueños, no veréis nada porque no estáis abiertos a compartir nada, la fiebre os calienta las orejas. La exposición duró lo que un suspiro, siempre es así un puto suspiro que se arranca y chasca como un peine, un ruido que diagnostica la muerte de la ilusión. Pasó algo parecido cuando bajamos el tigre, o cuando tuvimos que montar el ring en Puerto Rico. Y no fueron 100 performances, fueron 500, que se nos va la pinza de tanto que tenemos a nuestras espaldas. Amigos, esto es un desastre, se ha hecho tanto espacio y museo que falta lo primordial, hambre.
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