martes, 23 de febrero de 2010

BOBBY FISCHER


Pálsson o Sæmi rokk, como se le conoce comúnmente, no supo dónde iba a estar su tumba hasta después de que lo enterraran. Cualquiera que quiera, puede visitarla en el cementerio de Laugardæl, en una pequeña iglesia al oeste de Reikiavik, cerca de Selfoss. La prensa islandesa asegura que numerosas personas han visitado su sepultura los últimos días. Islandia fue escenario en 1972 del famoso duelo de ajedrez entre Fischer y el campeón soviético Boris Spassky, que luchaban por la corona mundial en plena Guerra Fría. De ahí que su simpatía por él vaya más allá de su difícil carácter y se corresponda más con lo que Bobby significó y significa para el país.

Kasparov, otro de los grandes jugadores de ajedrez de todos los tiempos, publicó la semana pasada un artículo en la revista estadounidense Time Magazine donde asegura que es lógico que Fischer eligiese Islandia para vivir sus últimos años, ya que “allí era querido de la mejor manera posible: como ajedrecista”.

Mientras, Sæmi rokk llora también la pérdida de su amigo en la televisión islandesa y reconoce que va a tardar en recuperarse porque ya le echa de menos. Al igual que él, Islandia también añorará la proyección internacional que el jugador le dio y le sigue dando y lo que para el país representaba que todo un símbolo eligiese vivir allí y no en ningún otro lugar.

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