domingo, 24 de octubre de 2010

Nota sobre el Logos

Cuando llega Otoño, el campo se puebla de rojos y amarillos, colores vivos y flamantes; signos del dolor de una madre. Es el momento en que Perséfone habrá de regresar al Hades junto a su esposo. De ésta manera vivaz y esplendorosa se expresa la profunda melancolía de su madre, Demeter, diosa de la agricultura. Es entonces cuando los campos se vuelven de oro y los griegos -esos mortales- deciden recolectar la gavillas en haces que ellos, los griegos, denominan con un término: logos. Éste, y no otro, el origen de la razón occidental: signos de una melancolía unidos por la necesidad del tiempo y las labores de los hombres. Así, Aristóteles no se equivoca al fundamentar la naturaleza inherentemente social del hombre en su capacidad de razonamiento. En esto se distingue el zoon politikon del resto del espectro natural: en ser capaz de establecer juicios valorativos comunicables y contrastables en virtud del logos, el espacio de encuentro, en común. “Por naturaleza, pues, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros” , concluye el Estagirita.

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