Retomo
el trabajo con los sonidos del mismo modo como los abandono, de tanto en tanto.
La última vez que estuve mezclando pistas fue en el 2012. Y desde entonces no
hago nada con ellos en un estricto sentido. Preferí producir discos más invisibles de lo que habían sido
hasta entonces mis grabaciones, quería que mis discos fueran más
allá del maravilloso carácter
intangible de los archivos wav o mp3,
sobretodo cuando la audición o descarga resultan desconcertantes si tienes
ansias de la fisicidad de un disco compacto o un vinilo.
Este afán de fetichización, democratizado en la sociedad global de consumo, había que darle un rendimiento creativo, y por eso produje el disco en
línea Experiencias sonoras desde la visualidad artística (2005-2006). Una obra coral
realizada con mis estudiantes de entonces a quienes también les solicité que
diseñaran el arte para sus grabaciones, carátulas tan descargables como los
cortes que podían ser ordenados, además, al antojo del usuario. Todo bajo
licencia Creative Commons. Tengo buenos recuerdos de ese disco, porque fue
una excelente experiencia para detectar los prejuicios y conservadurismos que
subyacen incluso en las demandas más "vanguardistas".
Pero, a comienzos del 2012 ya no quería producir sonidos para reproducir en línea o que fueran descargados sino jugar con las palabras e imágenes que empaquetan al sonido como producto industrial: las carátulas, títulos y créditos. Es algo que ya hacía desde Malebitch (1997), cuando decidí que todas mis Obras Invisibles debían tener su carátula pero ahora deseaba explicitarlo aún más.
Pero, a comienzos del 2012 ya no quería producir sonidos para reproducir en línea o que fueran descargados sino jugar con las palabras e imágenes que empaquetan al sonido como producto industrial: las carátulas, títulos y créditos. Es algo que ya hacía desde Malebitch (1997), cuando decidí que todas mis Obras Invisibles debían tener su carátula pero ahora deseaba explicitarlo aún más.
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