miércoles, 1 de septiembre de 2010

Anna Ajmátova cuenta que un día estaba, en la década de los treinta, haciendo cola delante de la cárcel de Leningrado para interesarse por su hijo Lev, al que habían detenido: "Un día alguien me reconoció entre la multitud. Detrás de mí había una mujer joven con los labios azules de frío a la que no conocía de nada. Por un momento pareció salir del torpor común a todos nosotros y me preguntó en un susurro (todos susurrábamos allí), "¿puede usted describir esto?". Y yo respondí, "si que puedo". Entonces, algo similar a una sonrisa atravesó fugazmente lo que tiempo atrás había sido su rostro".

No hay comentarios:

Publicar un comentario